Lo siento

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Entramos a su casa, y me ayudó a ponerme cómoda quitándome los tacones y llevándome a su cuarto.

—Ponte cómoda. Iré a prepararte algo a ver si se te pasa esa borrachera.

Me dejó sola y contemplé los alrededores. Es la primera vez que estoy en su habitación. Luce muy corriente, acogedora y organizada. La sábana es de seda y los cojines de decoración son de terciopelo. Su olor está impregnado en ella. Mi cuerpo reacciona tan naturalmente a su exquisito olor a hombre. Cerré los ojos y atrapé un cojín entre mis brazos y lo presioné contra mi pecho. Tal vez se trate de un sueño, producto de haberlo extrañado tanto.

—Despierta, se te va a enfriar la comida.

Abrí los ojos tras haber oído su voz cerca de mi oído, en un tono tan sosegado y gentil que jamás había escuchado en él. No sé en qué momento me quedé dormida, pero fue agradable despertar y verlo acostado a mi lado y viéndome tan fijamente.

—¿Cuál comida? Si yo solo quiero comerte a ti.

—Ay, Altagracia, no desaprovechas la oportunidad. No desprecies la comida que te preparé.

—Pues no me desprecies tú tampoco.

Salió de la cama y caminó hacia la puerta.

—¿Vienes?

En otras circunstancias no hubiera dudado en brincarme encima, ¿cierto? ¿Realmente perdí la oportunidad con él?

Cené en completo silencio, solo con su mirada fija. Este silencio me atormenta y me mortifica.

—¿Por qué te quitaste el anillo? — pregunté, arriesgándome a que la pregunta pudiera causarle desconcierto o molestia.

Frunció el ceño ante mi pregunta, mantuvo silencio por unos cortos segundos, hasta soltar el aire.

—Quizá no te equivocaste en lo que dijiste ese día que te traje a mi casa. He querido cargar con este anillo como muestra de fidelidad y respeto a la memoria de la única mujer que me hizo ver la vida desde otra perspectiva. La quise, pero no lo suficiente, ni con la misma intensidad que ella a mí. Verónica me enseñó muchas cosas. Sanó esas heridas e inseguridades que tú y tus amigas provocaron en mí. Me sacó de esa mala vida que llevaba, de ese camino directo a la perdición, donde buscaba en distintas mujeres algo que sencillamente podía encontrar en una sola, pero que por idiota no me daba cuenta. No valore todo lo que hacía por mí, porque en mi cabeza siempre pensé que lo único que alimentaba y mantenía nuestra relación tan viva era el sexo, pero cuando la perdí, es donde me di cuenta de mis errores. Muy tarde, lo sé. Ahí fue donde comprendí que lo nuestro era más que solo sexo. Ella me comprendía a la perfección, me apoyaba en todo, sin pedir nada a cambio, ni siquiera me exigía que la amara, ella era como mi alma gemela, me complementaba, pero jamás logré amarla lo suficiente, al menos no como lo merecía.

A veces no nos damos cuenta de que lo que hacemos o decimos, ya sea en forma de broma, por diversión o ignorancia, puede dejar graves secuelas en la vida de alguien más. Está demás decir que siento asco de mí misma y de esa mujer que era y que aún soy.

¿Qué es lo que has hecho toda tu vida, Altagracia? ¿Qué has ganado con todo esto?

La vida tiene maneras de hacerte pagar por todo lo malo que haces. Por primera vez siento vergüenza de mí y de mis acciones.

¿Cómo pretendo que las cosas se arreglen solas, si solo le he tirado más leña al fuego? Este es mi verdadero castigo, y tal vez antes me hubiera resignado fácilmente, pero a la misma vez, una parte de mí se niega a renunciar a esto que siento; a él.

—Me equivoqué. Todavía hoy me sigo equivocando— solté, con el alma y la respiración en un hilo—. No soy la mujer perfecta como he creído o intentado ser. Un perdón no va a cambiar nada, ni lo que te hice, ni lo que causé, ni lo que has tenido que pasar por mi culpa, pero dentro de mí siento la necesidad de hacerlo. Y no, no lo haré en espera de nada a cambio, porque incluso si quiero algo contigo, sé bien que no merezco nada más que tu desprecio. Después de todo, he sido muy mala contigo y con todos a mi alrededor. No voy a pedirte que me perdones a la ligera, en el fondo, lo que hice, por los motivos o razones injustificables que hayan sido, no tiene perdón. Al final, no somos tan distintos, pues he descubierto muy tarde lo mucho que significas para mí y del monstruo que he sido hasta el sol de hoy. Desde lo más profundo de mí ser, lo siento; siento todo lo que te hice y lo que aún sigo haciendo, en ocasiones sin darme cuenta.

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora