Encantadora

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—Espero sea la primera y última vez que te atrevas a golpearme, Altagracia. 

—Soy yo quien te aconseja que sea la primera y última vez que trates de obligarme a hacer algo que no quiero — me levanté de la cama, cubriéndome con la bata —. ¡Qué descanses, cariño! 

[...]

Por las siguientes semanas, he estado quedándome en la habitación de mi hijo. He querido mantener la distancia de Octavio, pues no sé por qué razón ha estado en la casa con más frecuencia. ¿Será que su amante se cansó de él? Eran muchas dudas, pero todavía no estoy segura de nada. 

He tratado de comunicarme con mi hijo por celular, incluso fui a visitarlo a la casa de esa bruja, pero ella no me deja verlo y Octavio, como siempre, está de su parte. Siento que me quieren quitar a mi hijo, pero por nada del mundo pienso permitirlo. Él podrá ser mayor de edad, pero sigue siendo mi hijo. 

Toda esa situación me ha tenido muy estresada. Es imposible encontrar la paz. Mi hijo está resentido conmigo y saber que se siente así, me duele mucho. Tenía planes de pedirle el divorcio a Octavio, pero mientras las cosas sigan así con mi hijo, no podré hacerlo. Estoy segura que una noticia así hará que me odie y se aleje más de mí. He tratado de ser una buena madre para él, pero ahora mismo siento que he fallado. Él es mi único hijo, lo más que amo en esta vida.

—Perdona que la interrumpa, señora, pero el oficial que vino hace unas semanas la está procurando. 

—¿Otra vez? Házlo pasar. 

Aurelio entró a mi oficina, vestido en ropa casual y lucía muy atractivo. La camisa era manga larga y de color crema, más llevaba unos pantalones estilo mahón, que le resaltaban sus fuertes y anchas piernas.

—¿Otra vez tú? ¿Qué haces aquí? No recuerdo haberte llamado. 

—Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña — se sentó en la silla muy confianzudo. 

—Si no te he llamado, es porque no te necesito. 

—No he venido en busca de sexo. 

—¿Entonces a qué? ¿No me digas que me he vuelto a estacionar donde no debía? — pregunté sarcásticamente, y sonrió. 

—No. Quiero invitarte a salir. 

—¿A salir? ¿Estás loco? 

—No rechaces esta invitación, te aseguro que vas a divertirte mucho. 

—Lamento tener que hacerlo, pero verás, no estoy de ánimo para salidas. Aparte de eso, parece que has olvidado que estoy casada. No tengo ningún interés en tener citas innecesarias. 

—Querrás decir, infelizmente casada, ¿no? — enarcó una ceja. 

—No hay cosa que odie más en la vida, que un hombre pesado y fastidioso. 

—Uy, si no mal recuerdo, a este fastidioso hombre era a quien le pedías a gritos que te lo empujara más duro. Todavía recuerdo cómo virabas los ojos, como si estuvieras poseída, hasta me aprisionabas entre tus piernas con tal de que no saliera, pero bueno, cada quien odia a su manera, ¿no? 

Mordí mis labios instintivamente, al recordar lo de esa noche con lujo de detalles. 

—¿Para qué quieres salir conmigo? 

—Se nota que te hace falta desestresarte un poco. Hoy es mi día libre, podemos escaparnos a mi casa y así me permites atenderte como la reina que eres. 

—Dijiste que no estabas buscando sexo, entonces, ¿a qué viene todo esto? 

—Porque quiero conocerte mejor y pasar más tiempo contigo. Detrás de ese carácter tan duro, se oculta una mujer encantadoramente dulce, así que me gustaría tener el placer de conocerla. ¿Qué dices? ¿Te animas? 

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora