Lárgate

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—¿Así que no me equivoqué cuando dije que eras un acosador?

—Tú misma viniste a mí. El mundo es tan pequeño que vine a encontrarte en esa aplicación. Nos emparejaron, porque andábamos en busca de lo mismo.

—Si esos eran tus planes desde el principio, ¿por qué no te has ido todavía? Ya obtuviste lo que querías, ¿no? ¿Verdaderamente crees que voy a sufrir porque te marches? ¿Sabes cuántos hombres hay en el mundo? Millones. Tú solo has pasado a ser como el resto. ¿Tienes una idea de la lista interminable de hombres que mueren por estar en mi cama?

—Esa actitud arrogante y malcriada la conozco a la perfección — volteó mi cuerpo boca arriba, volviendo a retomar sus embestidas—. Solo por curiosidad, ¿qué hombres de esa larga lista que tienes, vino a consolarte en ese momento que tan vulnerable te encontrabas? Dime, ¿de qué vale presumir esa larga lista, si en el fondo, vas a seguir sintiéndote igual de vacía y sola? Ese vacío no lo vas a llenar solo tragando o recibiendo semen.

—¿Qué te hace pensar que necesito de un hombre para que haga lo mismo que hiciste tú? No necesito a un hipócrita más en mi vida.

—Te mostré la mejor versión de mí, aún sabiendo que no lo merecías. No señales a los demás, preciosa. Deberías darte cuenta que no hay persona en este mundo más hipócrita que tú — tendió su cuerpo sobre el mío, quedando a la altura de mi rostro—. Imagina cuán cobarde eres, que evitas los besos durante el sexo para no involucrarte sentimentalmente. Alguien que está tan segura de que lo único que quiere es pasar el rato, no debe tomar medidas ni mucho menos cohibirse, ¿no crees?

—Has trabajado mucho en tu aspecto, pero internamente sigues siendo el mismo inútil y cobarde que cuando eras niño. Hay cosas que nunca cambian.

Era evidente que lo decía de la boca para afuera. Haciendo retrospectiva de ese tiempo, hubo muchas cosas que me hubiera gustado cambiar o simplemente no hacerlas. No tenía pasatiempos, mis padres no me daban el tiempo y la atención que merecía, así que mataba el tiempo portándome muy mal, en busca de fastidiarlos y que tuvieran que visitar la escuela. La primera vez que lo vi, me irritó su forma de ser, la manera en que bajaba la cabeza cada vez que lo molestaban. Cursaba tres grados más que yo, pero se comportaba como un niño de primaria. Antes no medía mis acciones y pensaba que haciendo el mal era como únicamente sería el centro de atención. Mi inmadurez y estupidez en aquellos tiempos era algo serio.

Odio admitir que, aunque ahora conozco sus verdaderas razones para acercarse a mí, no puedo sentirme molesta o guardarle rencor en lo absoluto. Tal vez porque en el fondo reconozco que merezco lo que está ocurriendo. De igual manera, ¿qué diferencia habría si se marcha? No sería nada nuevo para mí. Estoy acostumbrada a pasar por esto.

—Termina y lárgate.

—Aquí no tienes ni voz ni voto.

Nuestros labios se encontraron por primera vez y se sintió tan distinto a todos los besos que alguna vez me hayan dado. Un beso dulce que me deja caer poco a poco, tomando todo el tiempo del mundo para recorrer cada milímetro de mi boca. Cerré los ojos debido a esa intensidad. Puedo sentir claramente cómo la calidez de su respiración quema mi boca. Acaricio esa sensación, me embriago en ella, la contemplo, la añoro, la deseo y la degusto un momento en mi imaginación. Ese beso acumuló en mi vientre una sensación de cosquilleo que se iría derramando por mi cuerpo, hasta nublarme los sentidos y acelerar mis latidos. En ese fulminante y crítico momento descubrí que lo que más temía, era lo que estaba ocurriendo.

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora