Advertencia

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—¿Cuándo nos volveremos a ver?

—Cuando yo lo decida — traté de caminar al baño, pero Aurelio me tomó por la cintura.

—No hace falta que actúes tan indiferente, cuando hace un momento venciste el orgullo y te arrodillaste frente a mí. Estoy seguro de que tú también quieres que esto se repita.

—Digamos que nuestros cuerpos son muy compatibles y sí, disfruté mucho, pero no quiero que nos veamos tan frecuentemente o se volvería muy aburrido y no quiero cansarme de esto tan pronto.

—Oh, ¿así que se trata de eso? — sonrió ladeado—. Lo que tienes de hermosa, lo tienes de mentirosa. Pero está bien, te daré tu espacio. Al final, tú ya sabes dónde encontrarme.

Lo dejé solo, en busca de ir al baño y ducharme, eliminando cualquier evidencia que pueda delatarme. No entiendo por qué Octavio regresó sin aviso.

Cuando salí, ya Aurelio no estaba, por eso no me retrasé y logré llegar a la casa antes de que Octavio llegase. La empleada llevó su maleta a la habitación, dejándonos completamente solos.

—Bienvenido a casa, mi amor. ¿Cómo te fue el viaje?

—Bien— desajustó su corbata, para luego colgarla en su hombro—. Todo salió como lo planificado. ¿Qué tal la reunión con tus compañeras?

—Bien. Hace mucho tiempo no nos reuníamos. Teníamos que ponernos al día. Ya sabes, cosas de mujeres. ¿Cenaste bien? Recuerda que los medicamentos requieren que te alimentes adecuadamente.

—Eres una cínica, Altagracia. ¿No piensas contarme lo que le dijiste a mi madre?

Otra vez esa maldita vieja.

—Si hablas sobre la conversación que tuve con ella hoy, pues solo le dije la verdad. Ella está sonsacando a nuestro hijo y poniéndolo en mi contra. Frente a él me quita la autoridad, incluso crítica mi forma de ser como madre y la manera en que quiero educar a mi hijo. ¿Qué haces tú cuando eso sucede? Se lo permites e incluso la defiendes. 

—Tú misma lo has puesto en tu contra, Altagracia. Ya me ha dicho que mientras no estoy, le prohibes que salga con sus amigos a divertirse y lo castigas por nada.

—¿Eso te ha dicho? Esos amigos que tiene no le convienen. Prefiero que vengan a visitarlo y pasen el tiempo en la casa, que haciendo quién sabe qué cosas en la calle. Pero, ¿qué vas a saber eso tú? Te la pases trabajando, fuera de la casa y solo intervienes con tu hijo cuando tu madre habla pestes de mí, para irte a su favor. A mí nadie me tiene que decir cómo criar a mi hijo.

—Mi hijo ya es un hombre y necesita tener más libertad, así como la tuviste tú cuando te pasabas en la calle buscando hombres para abrirle las piernas.

—Pues te recuerdo que a ese hombre que le abrí las piernas fue a ti.

—Eso siempre has dicho, pero no estoy del todo convencido. De igual manera, eso ya pasó, así que de nada vale hablar sobre ello.

—Eres una basura, Octavio.

—No tienes que fingir delante de mí, haciéndote la más ofendida o actuando como una santa. Llevamos más de diecinueve años de conocidos y dieciocho de casados. Nadie te conoce mejor que yo.

Aunque por dentro me sentía a punto de estallar y restregarle todas las verdades en la cara, preferí callar y solo me limité a dejarlo con la palabra en la boca. Subí a mi habitación y me acosté en la cama. Solo Dios sabe lo difícil que ha sido para mí soportar todos estos años al lado de alguien a quien no amo, solo para brindarle un hogar “estable” a mi hijo.

Octavio subió tiempo después y entró al baño, quise hacerme la dormida para evitar otra discusión. Cuando se acostó a mi lado, pensé que solo iba a roncar como siempre hace, pero su mano bajó mi ropa interior, algo que hace mucho tiempo no hacía. No lo entiendo. Pensé que ya ni le funcionaba. ¿De dónde sacó energías para esto? ¿Acaso se tomó algo? ¿Qué sucede? ¿Acaso su amante no le soltó nada? ¿Por qué este repentino interés en querer hacer algo conmigo? Peor aún, ni siquiera pidió permiso para tocarme. Además, después de todo lo que me dijo, no sé por qué quiere hacer esto. Sus manos me dan tanto asco.

—Estoy cansada — quise quitar su mano de mi trasero, pero me sujetó rudamente la muñeca.

—Una esposa nunca debe estar cansada para atender a su marido. Creí que habíamos dejado claro eso.

No sé cómo he podido tolerar su machismo.

—Un buen esposo no deja a su mujer a medias, como lo haces tú, ni mucho menos comienza algo que no está dispuesto, o más bien, capacitado para terminar.

—¿Capacitado? — trató de subirse sobre mí a la fuerza, pero mi mano se soltó sola y le di una bofetada, la cual no esperó, pero me sentí satisfecha habiendo descargado un poco de la frustración e ira que tenía.

—Si te digo que no, es no. Intentas ponerme de nuevo una mano encima, y mañana despertarás teniendo una hermosa vagina.

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora