Excusa

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—¿Cómo te atreves a mencionar a ese estúpido policía? — levantó mi pierna bruscamente, descansándola en su hombro y tuve que usar de soporte el lavamanos.

Aunque ese nombre salió de mí boca sin querer, fue inevitable no sonreír por la actitud de Leandro. Tal vez después de todo, sus celos no son tan malos.

—Veo que te hacía falta ese pequeño empujón para que comiences a actuar como un verdadero hombre lo haría. Así es como debes darme, porque así es como me gusta.

Sus uñas se enterraron en mi piel, tiraba de mí muslo con la misma fuerza y rabia que los celos le provocaban. Siendo agresivo no luce mal. De hecho, creo que esta faceta sí me excita. Quizás eso me hacía falta para espantar a Aurelio de mi cabeza. Me trató muy mal, pero me gustó mucho. Es una lástima que no tenga el mismo rendimiento de Aurelio, y eso, que es mucho más joven.

Me limpié con una servilleta y enrollé la ropa interior en una nueva para guardarla en mi bolso. Hasta el suelo se enteró de sus jugos. Leandro no dejaba de mirarme, como si quisiera decir algo, pero no se atreviera.

—Habla o vas a explotar — lo miré de reojo.

—¿Tú estás saliendo con el policía?

—¿Saliendo? Pues claro, nos vemos de vez en cuando.

—Sabes bien de lo que hablo. ¿Solo están de amantes?

—¿Y qué otra cosa podríamos ser? ¿No es obvio que solo nos divertimos?

—¿Aún está vigente la propuesta del otro día?

—¿Y ese repentino interés? ¿Qué te traes entre manos?

—¿No era eso lo que querías? Pensé que eso te haría feliz. A no ser que sea él quien no quiera compartir esta vez.

—No lo sé. Hablaremos de eso más adelante. Por ahora me tomaré unas semanas libres de dramas. No me llames, yo te llamo, bebé — tomé mi bolso y me asomé en la puerta, antes de salir.

[...]

Durante la tarde, vi llegar a Octavio con mi hijo a la casa. Al verlo, no pude evitar casi saltarle encima para abrazarlo. Traía su maleta en mano, algo que emocionó el doble.

—Mi amor, has regresado. ¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? ¿Por qué no me avisaste que vendrías? — acaricié su mejilla, y desvió la mirada.

—No me trates como un niño, mamá.

—Lo siento. ¿Por qué te fuiste sin avisar? Dime qué está pasando. ¿Qué te hice para que te fueras así?

—Solo quería disfrutar de mis vacaciones, así que quise pasarla con mi abuela.

—Ya veo — no tiene interés de decirme—. Cenemos, mi amor, y luego hablemos mejor. Tenemos mucho de qué hablar.

—Mamá, ¿no se te olvida algo?

—¿Qué?

Miró a Octavio e hice lo mismo.

—¿Qué pasa con tu papá?

—¿No vas a saludarlo?

Su pregunta me dejó atónita. Mi hijo nunca se había fijado en eso, al menos no lo había mencionado antes.

—Perdóname, mi amor. Es solo que estaba tan distraída, emocionada y eufórica con tu regreso que lo olvidé — le di un ligero beso a Octavio, y le tomé la mano a mi hijo—. Vamos a la mesa, ¿sí?

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora