¿Qué?

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Exploramos los alrededores, había mucho por mirar, pero el hambre era más. Nos detuvimos en el restaurante del hotel a cenar y luego seguimos el recorrido por el casino y la barra. Para explorar el resto nos aconsejaron venir durante el día. No puedo esperar a mañana para visitar la playa. Hace años que no tomo algo de sol.

—Quisiera tomar alcohol, mamá.

—No puedes tomar alcohol, cariño. Todavía no cumples tus veintiún años.

—Aquí en las Bahamas la edad mínima y legal son dieciocho. Solo será un trago.

—Solo uno. Prefiero que sea un cocktail bajo en alcohol.

—Está bien.

Lo he notado pensativo desde que salimos de la suite, pero no he encontrado la oportunidad de preguntarle. Aproveché el momento cuando nos sentamos a tomarnos el cocktail.

—¿Te pasa algo, mi amor? Te he notado muy pensativo. ¿No te estás divirtiendo?

—Claro que sí. Me estoy divirtiendo mucho.

—Con la expresión que has tenido, no lo parece. Si te ocurre algo, siéntete en confianza de hablarlo conmigo. Después de todo, soy tu mamá y quedamos en decirnos las cosas.

Se quedó en silencio de nuevo, llevando su mano a los bolsillos.

—Te mentí, mamá.

—¿De qué estamos hablando?

—Yo sabía que entre papá y tú no había nada, por eso me sorprendió mucho que de la nada hubiera querido arreglar las cosas contigo. Abuela le mostró esos videos también y él me obligó a ayudarle. Ella pensó que él te pediría el divorcio, pero no lo hizo.

—¿Cómo que te obligó?

—Sí. Él me dijo que si quería volver a la casa, debía hacer lo que él dijera.

¡Maldito Octavio! Aún después de estirar la pata, siguen saliendo tus atrocidades a la luz. Ahora entiendo la razón por la que mi hijo estaba actuando extraño esa noche. Él regresó de la nada a la casa junto a Octavio. Ese maldito se atrevió a manipular a su propio hijo.

—Tranquilo, cariño. No te atormentes por eso. No me voy a molestar contigo, si eso es lo que piensas. 

—Te amo, mamá.

—Y yo a ti, mi cielo.

[...]

Estuvimos varias horas afuera, tomando aire fresco y conversando. Ya cuando regresamos, él se dirigió al baño y me quedé asomada en el balcón. Es hermosa esta vista. Ojalá tuviera una igual en aquel apartamento tan solitario.

El teléfono de la habitación sonó y me pareció muy extraño, por lo regular ellos vienen a la habitación. Respondí la llamada, y la mujer de recepción dijo que tenía una llamada en línea, aunque no me supo decir quién era.

—Altagracia… — era la voz de mi suegra, aunque planeaba colgarle, la escuché muy alterada.

—¿Cómo demonios supiste dónde estamos?

—Cuídate de Francisco.

—¿Qué?

La llamada se colgó, sin siquiera poder preguntarle la razón por la cual dijo eso. ¿Ahora qué se trae entre manos? Fui en busca de mi celular en mi bolso, pero no lo encontré. Recuerdo haberlo metido aquí. ¿Qué demonios me ocurre? Se me están desapareciendo las cosas.

—¿Quién era?

Vi a mi hijo frente a la puerta del baño desnudo y me volteé.

—¿Qué estás haciendo? ¿Cómo se te ocurre salir así? Ponte ropa. 

—Lo siento, mamá. Es solo que escuché que sonó el teléfono y quería saber quién era.

—Hablando de teléfonos, ¿has visto mi celular?

—¿No está en tu bolso?

—Ahí recuerdo haberlo guardado, pero no lo encuentro.

—Oye, mamá, ¿por qué te volteas?

—¿Aún lo preguntas? Entra al baño y ponte ropa, no me hagas repetirlo.

—Eres mi mamá. ¿Qué hay de malo en que me veas desnudo?

—Ya eres un adulto, Francisco.

—Con más razón. Tú dijiste que me amas.

—Por supuesto que lo hago, pero ¿qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?

—Tiene mucho que ver. Dijiste que esta vez éramos tú y yo contra el mundo. Dijiste también que soy lo único que tienes. Papá, la abuela y el poli no están en medio, entonces, ¿por qué me desprecias?

—¿Qué quieres decir con eso? — me volteé, sin entender absolutamente nada de lo que estaba diciendo.

—Quiero que dejes de verme como un niño. Quiero que comiences a verme como lo que soy; un hombre, mamá.

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora