Especial

692 106 1
                                    

Descargué todo ese dolor, la culpa y la impotencia que me consumía por dentro, hasta que ya no me quedaban lágrimas y me sentía mejor. Aurelio solo se limitó a consolarme. No hacía falta palabra alguna, con el simple hecho de prestarme su pecho era más que suficiente. ¿Quién diría que estaría mostrándole esta faceta tan patética a él? 

—¿Cómo te sientes? 

—Mejor. 

—¿Eso es lo que has estado tomando? ¿Al menos comiste algo?

—Encargaré algo más tarde. Eso es lo de menos. 

Fui al baño a lavarme la cara. Mi rostro y ojos estaban rojos e hinchados. Es horrible verme en este estado tan deplorable y vergonzoso. Necesito reponerme, estando así no lograré nada, solo verme fatal. 

—Espero no te moleste, pero usaré la cocina. 

—¿Para qué? 

—Para jugar un partido de baloncesto. ¿Te animas?

—Mejor no hubieras dicho nada. 

—¿Así que piensas que con la comida chatarra que hay aquí vas a poder mantener ese buen cuerpo que te cargas? 

—Es muy poco el tiempo que estoy en el apartamento, solo vengo a dormir. Mayormente como algo en la calle.

—Con más razón debes permitirme consentirte.

—¿Ahora me dirás que, aparte de policía y masajista, también eres chef? 

—Te impresionaría saber todo lo que sé hacer. He estado viviendo solo por mucho tiempo. Si no aprendía a cocinar, iba a morir de hambre. Sé hacer muchas cosas, y lo que no sepa, busco aprenderlo. Es parte de este espíritu libre e independiente, supongo. 

Sonreí por su comentario y ladeó la cabeza hacia mi dirección. 

—Esa es la Altagracia que conozco. 

—Esta Altagracia estaba descansando, pero ya despertó. 

—Ojalá así sea, porque esa Altagracia es la más hermosa que he conocido. 

—Vaya, no desaprovechas la oportunidad.

—Iré por unas cosas y regreso. Espero no me dejes afuera. 

—No suena mal. ¿Debería hacerlo? 

—Iré anotando eso también en la lista. 

Lo seguí con la mirada hasta que se marchó. No puedo entenderlo. Toda persona que se acerca a mí, especialmente si es un hombre con quién he tenido varias noches locas, suelen tener motivos ocultos; jamás hacen algo sin esperar algo que los beneficie a cambio. ¿Por qué vino realmente? ¿Por qué se va a preocupar por alguien que dijo algo bastante hiriente la última vez? ¿Qué es lo que espera de mí? No puedo descifrar lo que piensa o lo que quiere y eso me inquieta, porque no sé dónde estoy parada. 

Me di un baño y lo esperé en la sala. Se demoró bastante en regresar, llegué a pensar que no volvería. Traía unas bolsas y un bulto mediano en su espalda. 

—¿Qué traes ahí? ¿Piensas mudarte para acá o qué?

—Mañana tengo que presentarme al trabajo a las seis. A cambio de la comida que voy a prepararte, necesitaré que me permitas quedarme por esta noche. 

—Eso debiste preguntarlo antes de irte. ¿Cómo se te ocurre planificar eso a mis espaldas? Este apartamento solo tiene un cuarto. 

—No sabía que eras tan tímida y celosa, como para no querer compartir la cama. 

—¿Tímida?

—Estás actuando como si fueras una adolescente tímida e inexperta. Para todo lo que hemos hecho, es para que hayas perdido la vergüenza, ¿no crees? 

—Ah, ya entiendo. ¿Juego de palabras? ¿Así que por ahí viene la cosa? De acuerdo, quédate por esta noche conmigo. 

Este sentimiento de ver a alguien más en la cocina es muy extraño. Por tantos años me acostumbré a hacer las cosas de la casa; a cocinar y limpiar para Octavio y mi hijo, pero ninguno de ellos tomaba la batuta ni un solo día. Es la primera vez que alguien cocina para mí. Es muy perfeccionista o es solo que se está esforzando en impresionarme. 

Siempre me he considerado una mujer muy difícil de impresionar, pero su buen trasero es impresionante. Es difícil no imaginarlo en un delantal sin nada de ropa debajo. Ahora que lo pienso, nunca las he tocado. 

Dicen que a barriga llena, corazón contento. Aparte de llenar mi vista, también me llenó el estómago. Sus habilidades culinarias son de otro nivel; tanto como sus nalgas. ¿Existe algo que este hombre no haga bien? El hombre perfecto no existe. Algún defecto retorcido debe tener y lo averiguaré. 

Cuando llegó la hora de recogernos, él tomó prestado mi baño. Realmente esperaba verlo sin camisa o en algún bóxer ajustado, pero salió con una camisa blanca y un pantalón corto. ¿Por qué está tan cubierto? No creo que suela dormir así, ¿o sí? ¿Acaso realmente piensa dormir? 

—Buenas noches, preciosa. 

Es la primera vez que comparto la cama con un hombre y no estamos haciendo cosas sucias. No sé ni qué estoy pensando. Se suponía que no estaría de ánimo para esto, pero después de esa estimulación visual en la cocina, es inevitable no sentirme atraída. Mañana irá a trabajar, quizá debería ser más considerada con él. Al final, me ayudó bastante hoy. ¿Debería dejar pasar esta oportunidad? 

—¿No puedes dormir? — preguntó, aún con los ojos cerrados. 

—Gracias por lo que hiciste hoy.

—Altagracia, ¿realmente eres tú? — me miró de reojo, con una media sonrisa.  

—¿Qué estás queriendo decir? Deberías estar agradecido, no creas que le doy las gracias a cualquiera. 

—Entonces, ¿eso me hace especial para ti? 

Venganza Silenciosa [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora