—Estupendo. Le doy un quince de diez — respondí entre suspiros.
—¿Suele hacer esto a menudo?
—Es muy curioso, señor Oficial. Suena muy interesado en la respuesta. ¿No me diga que he cometido algún delito?
—Artículo 106: exposiciones deshonestas.
—¿Disculpe? No estoy exhibiendo mis partes íntimas ni nada que se asemeje. ¿Cómo puede insinuar tal cosa? Además, es usted quien ha invadido mi despacho— me levanté de golpe, encaminándome al control y deteniendo esa vibración que estaba a punto de volverme loca—. Me ha interrumpido en la mejor parte. Ahora bien, si me permite, tengo cosas importantes que hacer. Salga de mi despacho y cumpla con su deber. Encuentre a la persona que se estacionó indebidamente frente a mi negocio o llame una grúa y caso resuelto.
Se puso de pie, descansando sus manos en ambos lados de su cintura.
—No está hablando con cualquier hijo de vecino o con sus amigas, le aconsejo que tenga cuidado de cómo me habla. Sería una pena que una mujer tan hermosa, pase la noche o tal vez unas cuantas semanas detrás de las rejas. Ahora si me lo permite, iré a cumplir con mi deber.
—Adelante — sonreí con los dientes de atrás, solo para evitar un conflicto mayor.
—Linda tarde— con una media sonrisa abandonó mi despacho.
—¿Todo bien, señora? — preguntó Danna.
—Lo que tiene de guapo, lo tiene de perro y sinvergüenza.
[...]
La tarde para mí fue la peor de todas luego de ese incidente. Lo que tuvo de fascinante e intenso, lo tuvo de desagradable. El malhumor no me lo espantaba ni el café. Después de cerrar el negocio, me dirigí a mi camioneta y vi un boleto en el parabrisas. Solo pude maldecirlo una y otra vez.
¿Boleto de tránsito por estacionarme en línea amarilla? ¡Hijo de su buena madre!
Por fortuna no tendré que volver a toparme con ese infeliz. Ojalá encuentre a la mujer tirándose al vecino, al tío y al padre al mismo tiempo.
Guardé el boleto en mi bolso a regañadientes, manejando de vuelta a la casa. Mi hijo estaba encerrado en su habitación con sus amigos, escuché sus gritos de emoción durante el partido de fútbol. Solo para no molestarlo, me limité a hablarle desde el otro lado de la puerta y decirle que saldría con unas amigas esta noche. Octavio está en un viaje de negocios con su amante, regresará el viernes, así que debo disfrutar todo lo que pueda de esta semana. Nada mejor que descansar de su corta presencia y amargura.
Luego de bañarme, escogí el mejor traje para la ocasión; todos mis vestidos son confeccionados por mi diseñador personal. El vestido posee un encaje floral en rosa claro y negro. El cuello es en forma de V, donde permite que resalten mis mejores atributos. Bien perfumada, maquillada y arreglada, como si fuese modelo de revista. Me quedé con el anillo, pues siento que hacerlo con el puesto le da un toque muy excitante a la situación. Cambié de bolso, no suelo usar el mismo todo el tiempo, me gusta estar combinada con mis atuendos.
El restaurante donde quedamos en encontrarnos es bastante privado, por eso mayormente lo visito. Las mesas están separadas por habitaciones, así lo que sucede dentro de esas paredes, ahí se queda. Me detuve frente a la puerta donde debía encontrarse mi cita, él mismo me escribió el número por mensaje. Tomé aire y lo solté lentamente, intentando relajarme en el proceso. Puse mi mejor cara y sonrisa, antes de entrar y caminar con toda la seguridad del mundo, pero mis pasos se vieron interrumpidos al ver ese potente nalgaje abultado en el pantalón de ese hombre. Es la primera vez que conozco un hombre nalgón, aunque no sé si sea por el pantalón ajustado.
—Buenas noches… — tomé la cartera firmemente, sin desviar siquiera la mirada.
Ese trasero me tenía hechizada.
—Quién diría que serían tan buenas — su voz me resultó familiar, no supe cuán familiar hasta que se volteó y vi al mismo Oficial que estuvo en mi despacho en la tarde.
—Tú… ¿qué haces aquí? — retrocedí, haciéndole varias cruces.
Dime que estoy soñando. Esto debe ser una pesadilla, quizás una broma de mal gusto o simplemente es el karma por ser una chica tan mala.
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Venganza Silenciosa [✓]
RomanceAltagracia ha cargado en silencio con la infidelidad e indiferencia de su esposo Octavio. A través de los años ha aprendido a disfrazar su infelicidad y a reprimir sus más anhelantes deseos por su hijo Francisco. Al haberse convertido en una joven...