Cap. 10

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Los únicos documentos a los que les había puesto mi firma alguna vez fueron exactamente los de mi ingreso a los colegios privados en Manhattan. Nada referente a un acuerdo como este.

Lo que Brandon Moere me ofrecía no era mas que sumisión, pero para una chica romántica empedernida como lo había sido una vez, yo quería más que ser sometida. Deseaba ser amada y corresponder, pero mi jefe tenía sus intenciones claras.

Para un hombre con un apetito voraz, el amor era la última cosa que encabezaba sus planes.

Todavía sentía mi sexo palpitante, las placenteras barridas de su lengua que me hacía gemir tal alto como pudiera, desgarradoramente, ese acto posesivo de tomarme a su antojo y aprovechar cada retazo de mi para saborearlo con hambre. Era perfectamente imposible que un hombre me complaciera de tal forma...ningún chico alguna vez me tomo de esa manera.

Me sentí tan deseada y satisfecha, tanto que no dejaba de imaginar el momento en que me entregara completamente a él, pero necesitaba este documento para tomarlo finalmente. Si plantaba mi firma en este pedazo de papel sería suya para siempre.

Para mis deseos era una decisión fácil de tomar, pero para mi moral y educación era como entregarme a alguien que apenas conocía con mil vendas en los ojos que más adelante me harían tropezar. También traicionaria la integridad de mis Padres, lo volvería un desastre.

Ellos siempre me recordaron que luchara por lo que quería sin importar las barreras que me pusieran.

Que no me comportara como la pequeña chica que esperaba un buen futuro a sus pies sin hacer nada, para ellos, no luchar era de cobardes.

Y ellos no habían criado a una.

De camino a casa me sentía en libertad de pensar lo que sería si se los ocultaba, eran mis deseos interiores, culposos y ellos ya me conocían bastante.

Si Mamá se enterara me obligaría a limpiar los pisos de la casa cinco veces al día. Sus castigos eran tan certeros que me llevaban a un limite, me obligaban a usar toda la fuerza posible hasta agotarme física y mentalmente, y con eso aprendí...a no desafiarla.

Cuando baje del taxi, la primera ocurrencia salió con tanto desespero que temí y ambos me escucharan.

Un fuerte resoplido que se llevó la mayor parte de mi oxígeno.

Las calles estaban tan silenciosas y apenas pegué mi oído a la puerta podía escuchar el sonido de las voces de mis Padres y de los Heineken compartiendo algún chiste malo de Marco.

Como es costumbre, busco mis llaves dentro de mi bolso y me aventuro a introducirla en la cerradura, pero antes de siquiera tocar la puerta se abre de golpe mostrándome a mi Madre curiosa antes de que libere un grito de alegría y termine por abalanzarse sobre mi.

–¡Mi pequeña Brooke! —me llena la cara de besos y me abraza con fuerza, casi haciendo crujir  mis huesos. Vuelve a mirarme sin creer que estoy frente a ella, pero luego ladea su cuello olvidando las ideas en su cabeza —¡Entra cariño, vamos!

Dejo que me rodee y aprovecho para besar una de sus mejillas.

–Los extrañé tanto, por eso estoy aquí.

Sus ojos brillosos vuelven a capturarme antes de liberar una pequeña risa, sabe que no miento.

–No sabes la falta que me haces, todos los días deseo escucharte, soportar esos berrinchitos...

–...y después correr lejos de tu escoba.

Abre sus labios indignada.

–¡Eso es una mentira! —refunfuña y me obliga a retroceder —No digas esas cosas frente a los Heineken! ¿Qué dirán de mi?

Queen of Daddy  | +21 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora