Recorriendo las hermosas calles de Italia con Kate termino dándome cuenta de que, no nos haremos amigas ahora ni nunca. Es cierto que creí en alguna posibilidad de que viera lo positivo en mis intenciones, del mismo modo que yo no la he visto traer amigos aquí, puede que ni siquiera los tenga, pero quería intentar llevarnos bien por la relación que estoy construyendo con su Madre.
La personalidad de Kate es totalmente cerrada a la mía, es como un versus entre una persona introvertida y otra extrovertida. O tal vez simplemente no quiere hablar conmigo o ser mi amiga porque no le caigo bien.
Las personas pueden tener opiniones simples, la de Kate sobre mi sería todo menos simple.
No hablamos en el trayecto hacia al restaurante que está a dos cuadras del edificio. Me miro las manos buscando algo en mi cabeza que no la incomode y la vuelva irritante.
Ella mantiene sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo color café mientras camina a mi lado, de vez en cuando le regalo miradas a su perfil y solo me encuentro con su porte serio y un ligero ceño fruncido.
Me alejo unos centímetros de ella, temerosa de que pueda empujarme involuntariamente a un lado por estar tan cerca y obstruirle el oxígeno con mi presencia. Pocas veces se comunica y actúa por impulso, se que no podría hacerme un mayor daño aunque estuviese molestándole con cada encuentro porque es aficionada al espacio personal.
Acepto que la idea de que salgamos a comer algo ha sido suficiente para culpar a mis buenos modales, no soy de las que deja a una persona plantada, pero tampoco de las que no se queda en un lugar si no es bienvenido.
–Es aquí —digo y ella detiene sus pasos girando a la izquierda para ver el restaurante en el que nos hemos detenido, justamente en el que he propuesto —Tienen la mejor pasta italiana que haz probado nunca, además de ello tiene un sabor exquisito como ninguna otra. A mi Madre...
–Asi que vinimos aquí solo para comer la mejor pasta italiana cuando puedo pedir a mi Madre que la cocine para mi sin tener que gastar un buen dinero.
Pestañee nerviosa por haberlo estado empeorando más de lo que planee.
–No tienes que pagar.
–¿Acaso es gratis?
–No, pero te he invitado yo y sería muy descortés que tuvieras que ayudarme con la cuenta.
Ella asintió y dirigí mi mirada al letrero color marrón del restaurante. Tampoco dudo en reparar el lugar con un poco de curiosidad.
Hace mucho que no vengo por aquí.
Yo esperaba que le gustara.
–Dices que es el mejor.
–No tengo dudas de ello, no podría haberlo recomendado si así no lo fuera —proseguí a retirar los guantes que llevaba puestos en ambas manos llevándolos dentro de mi bolso una vez me sentí liberada del calor.
Kate me miró después de liberar un suspiro.
–Deberíamos entrar, o pronto nos quedaremos sin un lugar en donde sentarnos —propuso con un tono de voz despreocupado y diría que demasiado relajado.
La reconocía por el tono hosco de voz, apenas y hablaba con las demás empleadas de algo que no fuera llevar la ropa del señor a su habitación después lavada y planchada.
Kate tenía más poder sobre nosotras por el solo hecho de ser las nuevas e inexpertas conocedoras de lo que le gusta al señor. Llegó a esa Mansión con su Madre cuando era apenas un bebé, quien es prácticamente su maestra y que con los años no deja de estar orgullosa de lo buena aprendiz que es su hija.
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Queen of Daddy | +21 |
RomanceÉl ya se encuentra aburrido de tratar con mujeres que no elevan sus expectativas, quiere algo más nuevo y fresco, alguien para llenar de placer bajo sus llamadas cadenas de placer. -Serás mi nueva adquisición. -¿Serás un amo para mi? -Daddy, grabate...