27. Sincronizados

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─¡Por todos los guardianes! ¡Es bellísimo! ─exclamó fascinada Gia, admirando de cerca el vestido

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─¡Por todos los guardianes! ¡Es bellísimo! ─exclamó fascinada Gia, admirando de cerca el vestido.

─He de admitir que concuerdo con la princesa, es realmente impresionante ─concordó la castaña desde su escritorio.

El atardecer no tardaría en aparecer, y en alrededor de una hora Azael me pasaría a buscar para ir al evento que organizó su padre. Hace un poco menos de un mes que le había enviado mis medidas y hoy por la tarde me llegó el vestido junto a una nota. "Para que no tengas miedo de lucirte".

─¿Me lo prestarás, verdad? ─inquirió la rubia.

─Claro, pero otro día. Hoy tengo que estrenarlo ─aclaré por las dudas.

─Además puedes mandar a hacerte otro exactamente igual, eres la princesa de Enova ─reclamó Sol con el ceño fruncido. Habíamos pensado lo mismo.

─¡No puedo hacerme uno igual! Sería copiarme, y correría el riesgo de que, un día, las dos vistamos el mismo vestido. No, jamás. Pero si me lo presta es imposible que eso pase, así que si me mando a hacer un vestido será parecido pero no igual. Me lo prestarás en un futuro cercano, punto final ─reí abiertamente, su manera para conectar hilos inexistentes con gran rapidez hacía rebosar su gran autoestima y confianza en si misma.

─De acuerdo, de acuerdo. Ahora me iré a cambiar, de lo contrario se me hará tarde y te culparé a ti ─le reclamé a la rubia sacándole el vestido de las manos y dirigiéndome al baño.

Hizo falta una ducha rápida y unas cuantas miradas al espejo para darme cuenta de que estaba lista. El vestido era de seda negra, tan largo que se arrastraba en el suelo. No tenía tiras que pasaran sobre los hombros ni tampoco mangas, por lo tanto el corset se sostenía solo, apretándose contra mi figura. Una pierna estaba descubierta, y los pliegues del vestido parecían atados a una parte de mi cintura con un broche plateado, pero supuse que eso era lo llamativo del atuendo. Me puse unos tacones a juego que me prestó Gia y unos pendientes plateados que me llegaron con el vestido, a juego con el broche de la cintura. Me maquillé levemente haciendo que lo único que resaltara fueran mis labios rojos, pues los productos de belleza eran básicos en Enova, y finalmente me hice dos trenzas que funcionaron como corona ya que rodeaban la parte superior de mi cabeza, dejando algunos mechones con rulos caer sobre mis hombros.

─Estás... ─comenzó Sol impresionada cuando salí del baño.

─Perfecta ─terminó Gia sonriendo de oreja a oreja, viéndome tal cual lo haría una madre orgullosa.

─¿De verdad lo creen? Me siento muy alta ─reí algo nerviosa.

─Para algo te pusiste tacones ─murmuró Sol bromeando.

─Estás bien, ni muy baja ni muy alta ─me aseguró la rubia.

Ambas me entretuvieron hasta que sonó la puerta de la habitación. Me levanté para abrir pero Gia prácticamente me tiró sobre la cama y me reclamó que iba a parecer desesperada si yo habría la puerta, que ella lo haría. No me quejé, no porque no quisiera sino porque no había tiempo. Disimulé y seguí mi conversación con la castaña.

La heredera sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora