30. Todas mentiras, todas verdades

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─¡Donna, esa zona quedó algo vacía! ─me avisó el profesor Yañez, de armamento

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─¡Donna, esa zona quedó algo vacía! ─me avisó el profesor Yañez, de armamento.

Él y algunos profesores más habían juntado a los N de naturaleza para forestar el bosque que, gracias al terremoto, había sido destruido.

─¡Ahí voy! ─le avisé y me acerqué a la zona que me señaló. Llamé a mi poder y con rapidez comenzaron a crecer varios árboles y plantas.

Al no ser un poder que practique a menudo me costaba más concentrarme y formar buena naturaleza, sin embargo daba mi mejor esfuerzo para devolver la vida a los bosques. Habían pasado dos días desde el tercer ataque y la verdad es que me encontraba desconcertada. Había descubierto dos cosas ese día: 1. Que, si eran los guardianes los causantes de los ataques, sabían quien era y querían revelarlo para coronarme. 2. Que si resultaba no ser los guardianes y ser una persona, esta sabía quien era yo en realidad y, o me estaba amenazando o me estaba queriendo contactar de alguna forma extraña.

Sea cual sea la opción correcta, me aterraban de igual forma. Mi plan era volver al trono, pero no de esa forma. Yo no quería utilizar la violencia y la destrucción, el caos total. No me servía.

─¡Vengan todos, ya está atardeciendo! ¡Es hora de volver! ─comunicó el profesor, a lo cual terminé mi trabajo y me dirigí junto con el grupo.

En realidad, la segunda opción tenía sentido. Si alguien me estaba amenazando de seguro era la misma persona que me envenenó. Me paralizó con el sumbredor para que yo no accionara durante el terremoto y así poder crear las columnas sin distracciones. De todas formas me seguía preguntando que ganarían haciendo esto, cual es el objetivo de lastimar personas para amenazar a alguien. ¿No podían simplemente enviar una carta?

Al entrar a Nova nos dirigimos al comedor para cenar. Aquel no había sido un día exhaustivo pero estaba famélica, estaría dispuesta a comer de todo menos manzanas. Desbloqueé una nueva fobia.

─¿Y Gia? ─pregunté cuando llegué con mi grupo. Estaban todos menos Gia y Azael, pero no sabía si podía considerar al pelinegro parte de nuestro grupo.

─En el cuarto. Quiere hablar contigo cuando termines de comer ─me comunicó la castaña.

─¿Sobre qué? ─indagué confundida.

─No lo sé, solo me pidió quedarme con Luke y Alexei hasta que ella me avisara.

─Quizás quiere declararte su amor eterno ─propuso Alexei con una sonrisa divertida.

─Y yo con gusto aceptaría una relación con ella ─bromeé.

─Ríete ahora, llora después ─murmuró Luke, lo cual provocó varias risas sonoras entre nosotros.

Dicho y hecho, al terminar de comer me levanté de la mesa y salí del comedor en dirección a nuestra habitación. La verdad es que ya me había entrado curiosidad y me había sorprendido que sea a solas, inclusive sin Sol.

La heredera sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora