⟨ EXTRA 1 ⟩

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Entró observando todo a su alrededor, analizando cada pieza del lugar. Dioses, hace meses que no entraba a mi habitación y ahora lo hacía con un nuevo invitado. Dejó su bolso sobre mi silla y acarició el teclado de la computadora. Estaba maravillado. Pasó por mi biblioteca, mi cama, el piano de cola y, finalmente, el balcón. Intentó jalar la puerta con todos sus esfuerzos, pero solo lo detuve cuando creí que la rompería. Reí levemente y me acerqué, deslizándola. Su expresión confundida fue una obra de arte, sin embargo no se detuvo mucho tiempo y salió a tomar algo de aire fresco. Afuera, el cielo nocturno se veía más estrellado que nunca.

─Todo aquí es tan... ─murmuró, apoyando sus codos sobre la baranda y mirando el vecindario.

─¿Futurista? ─intenté completar.

─Mágico ─concluyó, riendo irónicamente ─, en un mundo no mágico.

─Aunque no lo creas cada objeto, momento e incluso pensamiento tiene una ciencia detrás.

─Quedaré agotado de tanta información ─suspiró pesadamente, incorporándose.

─Adaptarse a un nuevo mundo no es fácil, lo digo por experiencia ─bromeé, entrando de vuelta a la habitación para no tomar un resfriado. Él me siguió, cerrando la puerta detrás de sí.

─Oh, lo siento, experta en viajes mundiales ─ironizó revoleando los ojos.

─No serían viajes mundiales, sino más bien interdimensionales. ¿Multiverso, quizás? Es difícil de explicar ─concluí. Gracias Marvel por darme una mínima idea sobre lo que significa multiverso.

─Cosas de tu pueblo ─murmuró divertido, sacándome una carcajada.

Siguió observando mi cuarto, preguntando por los objetos que no sabía que eran. Llegó hasta mi armario y, aunque intenté detenerlo a golpes e inclusive con un poco de magia, a él no le importó mucho y lo abrió, viendo mi ropa del siglo XXI. Elevó la ceja, sacando una pollera que llegaba muy por encima de mis rodillas con un tajo en cada extremo y lentejuelas en la parte superior.

─Quiero verte con esto ─pidió casi como una súplica. Tomé la prenda y la volví a meter en el armario, cerrándolo detrás de mí.

─Otro día ─respondí algo sonrojada. Él se había acostumbrado a los vestidos de época y los pantalones cargo, la ropa moderna lo iba a dejar descolocado.

─¿No tienes una radio o un tocadiscos? ─indagó ojeando la habitación de forma rápida, con cierta curiosidad escondida.

─Demasiado viejo ─frunció el ceño, así que ladeé con la cabeza apuntando a la computadora y me acerqué, encendiéndola ─. Nosotros usamos algo llamado Spotify.

Al ver como la pantalla iluminaba mi fondo de pantalla dio un paso hacia atrás, sorprendido. Sonreí divertida y abrí el buscador, cliqueando sobre la app de música. Fui hacia mi carpeta de "Me gusta" y seleccioné la primera canción de la lista. "Wonderwall" de Oasis comenzó a sonar a través de los parlantes. Se escuchaba con mayor calidad que a través de la radio o de un tocadiscos. Azael parecía como un niño con un juguete nuevo, mirando la computadora como si fuera una obra de arte.

─¿Qué es esta maravilla? ─murmuró con los ojos abiertos de par en par, acariciando la pantalla con delicadeza.

─Te explico después, ahora baila conmigo ─pedí, tomando sus manos y entrelazando sus dedos con los míos, deslizándolo hasta el espacio vacío de la habitación para poder movernos mejor.

─Me gusta ─susurró, disfrutando del baile lento que nos estábamos marcando.

─¿Quién, yo? Ya lo sabía. ─Su sonrisa fue contagiosa, a tal punto de hipnotizarme.

─Hablaba de la canción ─aclaró con obviedad.

─¡Oh! Claro ─me hice la tonta. Seguíamos bailando y moviendo los pies de forma sincronizada. Solté nuestro agarre solo para poner mis brazos sobre sus hombros, obteniendo un espacio más íntimo.

─Pero tú también me gustas ─soltó, ubicando sus manos en mi cintura, acompañándolas con nuestro baile.

─En estos momentos yo soy Hasley y tú eres Luke, pero menos tieso ─me di cuenta. Básicamente estábamos viviendo aquella escena, la del primer beso.

─¿De qué hablas? ─interrogó, interponiendo sus palabras con su risa.

─De un libro que destrozó mi estabilidad emocional, después te lo presto para que lo leas ─le resté importancia ─. Déjame que cambio la canción ─pedí alejándome y dirigiéndome hacia la computadora para elegir otra canción de la lista.

─Me gusta esta ─protestó.

─Es que hay una en especial que quiero que escuches ─mi tono inocente pareció convencerlo, así que emocionada y quizás algo nerviosa cliqueé sobre la canción elegida.

Me acerqué nuevamente a Azael, esta vez abrazándolo como solía hacerlo, aferrándome a su cuerpo y acunando mi cabeza en su pecho. Cerré los ojos y me permití disfrutar del momento, moviéndonos de un lado al otro. Él me cubrió con sus brazos y pude sentir su corazón acelerarse.

─¿Cómo se llama? ─preguntó en voz baja.

─"Make it to me" de Sam Smith ─respondí, disfrutando la melodía.

─No entiendo ese idioma, nunca lo hice ─se sinceró. Reí suavemente, me separé de su cuerpo para hacer contacto visual y comencé a canturrear la canción.

You're the one designed for me ─sus ojos brillaban, como si pudiese ver lo que significaba para mí ─. Tú eres el que está diseñado para mí ─traduje, con una voz lenta y clara, queriendo que sintiese el peso de cada palabra.

Tragó saliva, entreabriendo la boca como gesto de sorpresa. No quería admitirlo, pero estaba enamorada. Me tenía atrapada en su encanto, logrando que yo sienta algo que no era muy común para mí. Confianza. Y es que a lo largo de mi vida aprendí a desconfiar de todo el mundo, a esperar que me mintieran o me traicionaran, o que me miraran de lado haciéndome sentir inferior. Con Azael la cosa era distinta, él sacaba a flote mis mejores emociones, las más eufóricas y pasionales. De él no esperaba una mirada de odio secreto o una burla disfrazada, y aunque había varias cosas de su vida que me ocultaba, no lo culpaba. Yo hacía lo mismo. Por eso nos entendíamos, por que habíamos vivido lo mismo de dos formas completamente distintas.

─Me tienes muy mal, morocha ─susurró, apoyando su cabeza contra la mía, cerrando los ojos para procesar este momento.

─El sentimiento es mutuo ─murmuré, cerrando los ojos también.

El mundo no existía, nuestro alrededor no existía. Solo éramos él y yo, saboreando la compañía del otro. Sus labios se encontraron con los mismos, como si quisiesen sellar un pacto. La suavidad de su roce y el sabor dulce a frutilla me hicieron sentir cómoda, en casa. Mi hogar era a su lado, y comenzaba a entenderlo.

Unos leves golpes en la puerta nos distrajo. Mi madre, apoyada en la puerta y cruzada de brazos, nos miraba con una media sonrisa relajada. Su expresión delataba su emoción por verme feliz y enamorada.

─La cena va a estar lista en unos minutos ─anunció. Ambos asentimos con la cabeza y ella dio media vuelta contenta alejándose del cuarto.

─Aún no sé si me odia o si me adora ─admitió Azael, mirando el pasillo como si ella fuese a aparecer en cualquier momento.

─No te odia ni te adora. Mientras me hagas feliz estarás bien.

Fruncí el ceño, por un momento creí ver una expresión de culpa o resentimiento que no entendí, sin embargo rápidamente dirigió su mirada hacia mí y me sonrió antes de abrazarme dulcemente. Me quedé inmóvil, no comprendí qué fue lo que pensó o que quiso decirme indirectamente, pero preferí sumirme en el silencio e intentar convencerme de que no fue nada, solo paranoias mías.

La heredera sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora