02. ¡Felices Dieciséis!

76 10 11
                                    

Me levanté de mi cama con las zapatillas ya puestas dando pasos cortos e intentando no hacer ruido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me levanté de mi cama con las zapatillas ya puestas dando pasos cortos e intentando no hacer ruido. La noche pasada Luke había llegado a casa corriendo, asustado de que estuviese herida. Al ver que me encontraba en perfecto estado me ayudó a sacar la mitad de la alfombra que quedaba al patio de atrás y a limpiar la cocina. Después pidió una pizza del lugar en el que trabajaba y comimos juntos. Ya era muy de noche para que volviera a su casa así que saqué el colchón de su anterior cuarto y le armé un espacio a mi lado. Se durmió antes de que tocaran las doce y el 16 de noviembre (osea, el día de mi cumpleaños) comenzara. Al levantarme vi un bulto bajo las sábanas así que aproveché para salir temprano por un café en la estación de servicio, supuse que ninguno de los dos iría a la escuela esa mañana.

Cuando estaba por salir me fijé una vez más en el colchón sobre el piso, las sábanas estaban inmóviles en su totalidad, no había respiraciones ni tampoco ronquidos. Frunciendo el ceño me acerqué y lo destapé, debajo de las mantas sólo se encontraban dos almohadas. Maldecí por lo bajo, conociendo a Luke ya se encontraba en el comedor con un desayuno esperándome y un cartel de "¡Felices Dieciséis!".

Bajé a la cocina con una media sonrisa. Para mi sorpresa no había nadie, tampoco comida sobre la mesa o café preparándose en la hornalla. En la heladera había una nota escrita con lapicera: "Darling, hice horas extras anoche así que voy a estar durmiendo en mi cuarto. Te quiere, mamá". Agarré mi celular y le mandé un mensaje a Luke.

"Te fuiste temprano" Le reclamé, unos minutos después contestó: "Fui al colegio, no te desperté porque debes descansar después de todo el humo que aspiraste". Le clavé el visto, algo planeaba porque él jamás se olvidaría de mi cumpleaños, o eso quería creer.

Salí de casa con mi billetera en mano y me dirigí a la estación de servicio. Hagan lo que hagan, necesitaba un café y no me iba a arriesgar a prender la cocina de vuelta. Cuando llegué me acerqué a la barra y una mini torta con una velita de cumpleaños apareció frente a mí.

─¡Llegó la quinceañera! ─festejó Fer, el cajero y encargado de la cafetería del lugar, con la tortita entre las manos y una sonrisa de oreja a oreja.

─Cumplo dieciséis, Fer ─reclamé divertida, agarrando el pastelito y soplando la vela.

─Un año más, un año menos ─rió. Por lo general pasaba por allí todos los días antes de ir a la escuela para buscar mi desayuno.

─Sí, de todas formas eres el primero en felicitarme ─elevó una ceja sorprendido.

─¿Tan pocos amigos te quedan, pianista? ─se burló.

Al principio venía con mi mamá, y ella era experta en contarle al mundo lo orgullosa que estaba de su hija y sus logros. De lo bien que su hija tocaba el piano, de las increíbles notas que su hija sacaba en el colegio, de lo hermoso que le quedaban los vestidos a su hija. La mayoría de veces simplemente la ignoraba, pero en cuanto se puso pesada le pedí que ya no me acompañara. Me sentí mal, pero también le dio a ella más tiempo para dormir después de trabajar toda la noche.

La heredera sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora