3. "Su amenaza"

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Llego a mi casa, agotado y sin ganas de nada, con mil pensamientos en la cabeza. ¿Tendrá razón ella en que no debería culpar a todas las mujeres porque mi madre sea promiscua? No, debo ahuyentar estos pensamientos o pronto creeré que el amor existe y esas burradas.

Esta chica es peligrosa, será mejor no acercarse a ella, espero que no cuente mi secreto a nadie o seré capaz de pedirle a mis padres que me ingresen en un instituto privado en la otra punta de España.

Papá está sentado en el sofá de su biblioteca, leyendo lo que parece ser un libro sobre la salud del corazón.

—Hola hijo. —me dice sin levantar la vista del libro.

—Hola papá.

—¿Cómo te han ido los primeros días? —cierra el libro dejándolo en la mesita de madera junto a él.

—Genial, ya sabes... lo normal... —miro mis deportivas.

—¿Has hecho amigos? —pregunta sonriente, no sé por qué se molesta con esta pregunta.

—Unas cuantas personas se han acercado a hablarme pero, no.

—¿Sigues siendo un animal, "Wild"? —ríe.

—Exacto.

—Debes dejar que la gente se acerque a ti, o acabarás solo.

Me mira con una seriedad digna de un doctor, después una sonrisa de padre, cálida y acogedora. Ojalá este hombre fuese mi padre, pero es imposible. Su pelo es rubio como el oro, los ojos claros, de un tono verdoso, a pesar de su edad se conserva muy bien, pero no tiene nada que ver conmigo desgraciadamente. Quizás él no sea mi padre biológico, pero siempre será mi papá para mí.

—Deberías comer algo. —me dice volviendo a su libro.

—Por supuesto, papá.

Me marcho y hago lo que me dijo: comer. Bajo de nuevo al garaje, paso la tarde haciendo ejercicio hasta que mis nudillos están destrozados y los jadeos me nublan los pensamientos. Bajo el chorro de agua caliente de la ducha mis músculos se relajan, enjabono mi cuerpo y cabello, lo aclaro, salgo de la ducha, me seco y me pongo un pijama. Alguien toca a la puerta de mi habitación. Rosalía.

—Toma, tu cena —deja una bandeja encima de mi cama con la cena.

—Gracias.

—¿Necesitas hablar?

—Pues... —dudo un instante, suspiro y contesto— no, buenas noches, Rosalía.

—Que descanse, señorito.

********

Un nuevo día se presenta en el instituto y nunca he deseado tanto que alguien falte. Me siento en mi lugar, a primera hora tendremos artes plásticas. Saco un bolígrafo negro y una lámina en blanco, comienzo a dibujar como suelo hacer cuando no sé qué hacer, término dibujando algo extraño, empecé haciendo unos rayados y ahora se convirtió en un ojo, su ojo, tiene la misma mirada inquisidora que la de ella.

—Buenos días. —me saluda tocándome el hombro, ni siquiera me giro, pienso hacer que no existe.

Estira de uno de mis cabellos, golpea repetidas veces con el dedo índice en mi mejilla. ¿Por qué es tan insistente? Se fija en mis orejas. Sí, sí, tengo los audífonos conectados.

—Sé que me escuchas, no le contaré a nadie a lo que vi, lo juro. —me habla bajito al oído y algo dentro de mí grita que corra lejos, pero no, sigo mirando hacia la ventana como si en el cielo estuviese escrito la respuesta al debate que estoy teniendo conmigo mismo.

Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora