20. "¿Tarsero?"

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Hoy es el último día de clases antes de las vacaciones de Navidad. Dulce ayer parecía bastante nerviosa, dijo que quería decirme algo. A mí me está costando una barbaridad el que las bromas que le hago no pasen de ser bromas simplemente, aunque la mayor parte de las veces (por no decir todas) en las que le digo que querría pasar una noche con ella, o algo por el estilo es mi realidad.

Llevamos más de un mes sin pelearnos, lo que es algo así como una intervención divina, no es que haya dejado de decirme cosas hirientes, pero ya no lo hace tan a menudo o no son tan importantes como antes.

-Uriah es el último día de clases no piensas ir a por tus notas. Espera ¿has dormido algo? -le pregunto a mi hermanastro que se ha pasado la noche viendo películas de terror- No has dormido por si te meabas encima. -me carcajeo.

-No, Chuki no da miedo, es solamente un muñeco... que asesina gente...

-¡Boom! -grito y da un respingo, gritando ahogado.- Sí, sí... Aquí está el macho alfa de la casa.

- lNo jodas, estadísticamente hablando tú eres el mayor. -levanto una ceja.

-Solo por unos meses y además aunque fuese el menor sería el líder. -sonrío arrogante.

-Creído. -me lanza un cojín.

-Está mojado -miento-. ¿Has llorando? -pregunto burlón.

-Puto, no he llorado -se abalanza sobre mí, pero acaba con la cara pegada al suelo y la mano en la parte alta de su espalda-. Duele, para coño.

-Señoritos, no deberían jugar de esa forma. -nos reprende Rosalía.

-Lo siento. -me levanto del suelo, dejando libre a Uriah.

-Vas a llegar tarde a recoger a tu novia. -sonríe Uriah.

-Si aprecias tu sonrisa no vuelvas a decir eso, ella no es mi novia. -gruño.

-¿Follamiga? -pregunta y le doy un puñetazo, fuerte en el hombro-. Vale, vale, bro. Amiga.

-Amiga. -afirmo, serio, pero, incluso yo a estas alturas sé que no quiero que sea mi amiga, aunque no lo pienso reconocer.

*****

La puerta del portal estaba abierta, tanto esa como la de la casa. Apoyándome en el marco de la puerta, sonrío mirando el espectáculo que Candy está haciendo con una de las canciones de Daddy Yankee, Farruko y Yumo, debo admitir que tiene buen gusto la pequeña. Su baile es algo que he visto tantas veces, algo que gusta tanto a los hombres de la misma forma en la que puede repugnar a un padre ver el baile en su hija. Carraspeo, quiero que sepa que estoy aquí, me mira y no se detiene, alarga la mano acercándose a mí, buscando el roce de piel.

-Deberías relajarte, cariño, si sigues moviéndote así tendrás una fractura en la columna. -le susurro en el oído antes de entrar a la habitación se Dulce.

Nada más abrir la puerta me asombro: ¡Dulce está lista! En todo el tiempo que llevo recogiéndola siempre he tenido que despertarla (cosa que no me molestaba, el verla tan tranquila durmiendo me relajaba), pero hoy estaba vestida, peinada y lista, aunque de mal humor.

-¡Candy, baja la mierda de música! ¡Son las siete y media de la mañana, por Dios, la señora Tylor va a llamar a la policía!

-Soy yo. -le digo, debió de haber creído que era su hermana.

-Llegas algo tarde, ¿no? -intenta sonreír.

-¿Qué es lo que tenías que decirme?

No me gusta la incertidumbre y llevo desde ayer queriendo saber porque no me lo dijo en el instituto. Dulce muerde su labio y me desconcentra. ¿Qué le había preguntado?

Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora