Han pasado dos días. Un fin de semana y no he podido verla ni arreglar mi estupidez. He vuelto a vestir a mi manera, pero incluyendo a mi armario algo azul cielo, rojo, verde lima o tonos claros para contrarrestar mi "aura asesina", aunque a veces quisiera matar a Uriah, me pone de los nervios. Sé que le cae bien a las mujeres (no lo termino de entender) y está opinando en como debo comportarme, van creciendo las infestadas ganas de darle un beso en agradecimiento... en sus adorables pómulos... con mis nudillos.
Hoy es lunes, por lo que la volveré a verla en clase, estoy nervioso, una mujer nunca me puso nervioso, la odio, provoca en mí cosas que quería evitar, la odio.
—No seas idiota. —me
alienta mi hermanastro.—De estar contigo se me debió de contagiar. —le digo.
—No, eh, no. Yo no soy culpable de tu deficiencia cerebral hacía las mujeres. —dice, aguantando una carcajada.
Le doy un puñetazo suave en el hombro y entramos juntos a clase. Me siento a su lado, donde debería estar Daniel si no le hubiese dado una paliza, yo a mi vez sigo teniendo el ojo morado.
—¿Hola? —pregunto cauteloso.
—Hola. —me contesta.
Tengo que contenerme para evitar alzar un puño al aire como signo de victoria.
—¿Cómo estás?
—Si es sobre lo del ojo bien, ¿y tú?
—Igual. Ayer me acordé muchísimo de ti.
—¿De verdad? ¿Dónde estuviste? —tengo curiosidad, quizás me haya perdonado.
—En el zoo. —sonríe perversa.
Aprieto los labios en una fina línea, deteniendo las barbaridades que habría dicho si fuese cualquier otra persona. ¿Por qué es ella distinta? Mierda, mierda. No me gusta nada esto.
—Será que viste un lobo salvaje y te recordó a mí... —digo arrogante—, porque para animales feos está el tarsero que es tu ex.
Dulce estalla en risas y me relajo visiblemente.
—¿Eso eran risas? —arqueo una ceja.
—No. —dice, deteniéndose de golpe y sentándose recta.
—¿Vas a estar mucho tiempo enfadada? —exhalo agobiado.
—Me dijiste que soy un estorbo para ti, que mi presencia te enferma, te molesto —suspira—. Solo te hago un favor alejándome de ti.
—Yo...
No tengo palabras para responderle. Todo lo que dijese serían míseras excusas. Tiene todo el derecho de odiarme y de decirme que le recuerdo al animal más feo de todo el zoológico. Limpio el sudor de mis manos en los vaqueros, cierro los ojos dos segundos sopesando el pedirle disculpas, pero no puedo.
—Pronto se te olvidará. —aseguro, queriendo convencerme más a mí que a ella.
—No estés tan seguro, soy muy rencorosa, Wild. —me contesta, entrecerrando los ojos.
—Es imposible estar enfadada mucho tiempo conmigo.
—Pensaba que todo el mundo te odia. —se cruza de brazos.
—Eso es porque yo lo provoco, contigo probaré algo nuevo. —me levanto y me siento en mi lugar, estar tan cerca de ella no me deja pensar, va a acabar dándome dolor de cabeza.
—¿Cómo va con tu domadora? —pregunta burlón Uriah.
—Púdrete, cabrón. —contesto, apretando los labios.
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Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)
Teen FictionSi no confías en nadie, nadie puede hacerte daño. El dolor no es algo que quiera en mi vida, y el final de la ecuación en el amor siempre es el dolor, así que lo mejor es evitarlo a toda costa. ¿Amigos? siempre te acaban traicionando, es mejor esta...