Llegamos a Jordi de Sant Jordi. Dulce pateó mis huevos como aseguró que haría al estacionar la moto, y yo me límite a aguantar el ardiente dolor en mi entrepierna (y en mi ego) repitiéndome a mí mismo "No es ilícito dañar a una mujer, NO es ilícito dañar a una mujer". Como suponía y ella me avisó, todo el mundo se fija más en nosotros que en donde ponen sus pies. No los culpo, ni yo mismo me imagino llegando con una chica al instituto. Sufro por los globos oculares de Daniel que nos mira con desesperación y la posibilidad de que se extraigan de su lugar de origen, aunque realmente sufro mas porque aún sigan ahí.
—La gente gracias a ti me mira como si me hubiese teñido el pelo de verde, rapado media cabeza y vestido con un mantel en el que pone "presa de la bestia". —me dice, enfadada.
—De nada —sonrío mostrando los dientes—. Hay gente que se rapa media cabeza y se tinta de verde, a algunas personas les queda bien... muy otaku. —añado aún con la sonrisa en los labios, el imaginarla a ella con media cabeza rapada no me agrada lo más mínimo.
—Te odio, ya se estaban olvidando de la pelea y ahora...
—Esto solo es una parte de los motivos que voy a darles para que hablen de ti. —digo serio, sin dejarle terminar.
Dulce abre mucho los ojos, desconcertada, frunce los labios y se marcha a clase. Daniel se acerca a mí con la cabeza baja y los puños apretados. Ha pasado casi una semana por lo que los hematomas y nuestros ojos hinchados ya han mejorado visiblemente.
—No voy a dejar que te salgas con la tuya. —me dice.
—He oído que te estás recuperando bien, Daniel. ¿No querrás heridas nuevas? —le pregunto con voz grabe.
—¿Me estás amenazando?
Hago que caiga al suelo, desequilibrándolo, pero justo antes de que su cara se estrelle en el suelo; me agacho sujetándolo por la camiseta, de modo que su cara esté a centímetros del asfalto.
Rio en un suspiro, sin ganas, me pongo de cuclillas, dejando que su cuerpo siga cerca del suelo y le susurro:
—Es un "inocente" aviso. Recuerdo que dije que no me acercaría a Dulce, pero ahora las cosas han cambiado. Tú serás quién la deje esta vez, ¿entendido? Si no es el caso tengo varias formas de que lo entiendas y te aseguro que solo las disfrutaré yo.
—Sí, joder, pero suéltame. —me pide. Lo dejo caer y golpea su cuerpo con un sonido sordo en el suelo, paso sobre él con una sonrisa altanera. Daniel se queja en el suelo y se levanta, sacudiéndose la ropa.
—Yo no soy "salvaje", siempre y cuando se acaten mis normas.
—¿Cumples tus propias normas? —pregunta molesto—. Cambiaste tu palabra, dijiste que no querías nada con ella.
—Y ese era el caso... hasta que me ayudaste a explotar decidiéndome que no podía acercarme a ella, yo intentaba alejarme, pero solo hacía falta que alguien me la negase para que no pudiera resistirme. Míralo así; gracias a ti di el paso.
—¿Es solo un capricho para ti? ¿Una más en tu lista?
—Desgraciadamente, creo que no.
Le empujo para que me deje espacio. Ella está sentada en su sitio, al final de la clase, alzo mis ojos a los suyos y los esquiva. Suspiro mirando al suelo, cierro los ojos y me siento en mi lugar.
—Hoy desgraciadamente tendréis clase conmigo —comienza a hablar el profesor William—. Y desgraciamente tú —señala en mi dirección, me giro buscando a quien se refiere, sin creer que sea verdaderamente a mí a quien se refiere—. Me refiero a usted señorito Bradley.
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Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)
Teen FictionSi no confías en nadie, nadie puede hacerte daño. El dolor no es algo que quiera en mi vida, y el final de la ecuación en el amor siempre es el dolor, así que lo mejor es evitarlo a toda costa. ¿Amigos? siempre te acaban traicionando, es mejor esta...