7. "Pánico"

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Desgraciadamente no me han expulsado, solo me han castigado por dos horas después de clases para que piense en lo que hecho, ya que (a regañadientes) he explicado que la pelea fue porque se estaban metiendo con una chica (el director es un gran participe del poder femenino). Mi madre me está mirando de una manera extraña, entre orgullo por defender a una mujer e intentando poner mala cara, como si le molestra lo que he hecho. Uriah tiene los ojos clavados en ella, mirando con grima y repugnancia, así cómo cuando yo me enteré de que soy hijo ilegítimo. ¿Qué motivos tiene él para mirar de esta manera a mi madre?

—¿Quién era la chica? —me pregunta mi madre sacándome de mis pensamientos. Ya le preguntaré a Uriah sobre eso más tarde.

—Una compañera. —me encojo de hombros, cómo si fuese lo más normal que yo proteja a una chica.

—¿Es tu novia? ¿Sientes algo por ella? —frunzo el ceño por esa pregunta.

¿Siento algo por ella?

—No, no es mi novia y sí, sí siento algo por ella. —digo suspicaz, con una sonrisa arrogante.

—¿Te gusta? —pregunta mi madre emocionada, Uriah me mira con la boca abierta.

—He dicho que siento algo por ella, jamás dije que me guste. —mi sonrisa se vuelve más ancha.

—¿La quieres? —la voz de mi madre sube una octava.

— ¿Por qué no me preguntas que siento por ella y acabamos antes? —le propongo altivo.

—¿Qué sientes por ella? —pregunta ahora más precavida.

—Le odio —contesto tranquilo, sosteniendo su mirada—. Ahora tengo que ir a mi castigo, adiós. —me giro dirigiéndome al aula de castigo, Uriah estalla en carcajadas, mi madre gruñe frustrada y yo la despido levantando la mano un instante para luego esconderla en mis vaqueros.

Camino por los pasillos, despacio, tengo dos horas de castigo para estar solo, que es lo que necesito ahora mismo. Entro en la clase, el profesor de literatura sonríe. No dice nada, cuando me siento se marcha, sabe que no me voy a ir de aquí, que no me importa pasar aquí las horas mientras nadie esté cerca de mí.

Me recuesto en la silla, balanceándola. Juego con mis dedos, con mi pelo hasta que la puerta chirría al abrirse. Dulce entra con una gran sonrisa. ¿Qué hace ella aquí?

—Hola... —me saluda, eso sirve para que se me tuerza el estómago.

—Hola. —devuelvo el saludo impertérrito.

—Sé que te pelaste por mí. —me comunica sin más, golpeando su dedo índice repetidas veces contra mi mejilla para que le atienda.

—¿De dónde has sacado ese cuento? —le pregunto arqueado las cejas.

—Antonio —frunzo el ceño, porque no sé quién es—, el chico del pelo rubio —me aclara, arqueo ambas cejas nuevamente esperando que continúe—. Cuando pase por su lado casi se hizo pis, le pregunté que ocurría y me dijo que por hacer una broma sobre mí casi los dejas sin vida. —ríe.

—¿Te parece divertido que sea peligroso? —limpio las palmas de mis manos en los vaqueros.

—No, que hayas dado la cara por mí... —dice directa.

— Me molestaron, quien me molesta acaba así. —digo frío.

—¿Es una amenaza? —pregunta burlona.

—Yo no peleo con chicas. —gruño. 

—¿Me estás diciendo débil? —intenta parecer enfadada.

—Solo te digo que te alejes de mí, ya. Tenerte cerca no es bueno para mi salud. —clavo mis ojos en los suyos, quiero intimidarla, que diga de una vez que me odia.

—¿Te enferma verme? —suena molesta.

—Sí. —contesto con un nudo en la garganta.

—¿Quieres que no vuelva a dirigirte la palabra? Pídemelo y lo haré. —me ofrece seria.

¿Quiero eso?

—Sí. —aparto la mirada, centrándola en la pizarra.

—Ten la decencia de decirlo mirándome a lo ojos. —exige. Hago lo que me pide, me estremezco por dentro.

—Quiero que dejes de molestarme, eres un estorbo para mi forma de ser.

Dulce aprieta los labios, cierra los ojos unos segundos y cuando los abre juraría que había un mar embravecido tras sus ojos.

—Te odio. —me dice, se levanta y da un portazo.

Esperaba que esas palabras fueran un soplo de aire fresco para mí, que ya no me sintiese con una punzada en el estómago cada vez que pensaba en ella.

Fue todo lo contrario, esa palabra de sus labios dolía más que una puñalada al corazón. Comienzo a jadear, me falta el aire, estoy entrando en estado de pánico. Me enseñaron a detenerlo después del accidente ¿cómo erá? Estrujo mi cerebro buscando las palabras del doctor. Me va dar un ataque al corazón como siga con este ritmo mis latidos. Al fin recuerdo sus palabras: "Solo toma tres minutos para que tus glándulas suprarrenales llenen tu cuerpo de adrenalina. Y también solo toma tres minutos para que tu cuerpo pare esta reacción de adrenalina. Si quieres para un ataque de pánico el momento que comienza, la reacción solo tiene que durar tres minutos". Vale parecía sencillo, ¿cuáles eran los pasos? Cada vez me cuesta más respirar.

1.Relajarte

2.Parar los pensamientos negativos.

3.Usar frases tranquilizadoras.

4.Aceptar tus emociones.

Lo primero relajarse. Respiro lento, hondo y completo. Tengo que calmarme, solo es un ataque de pánico, solo es eso. Respiro hondo mientras intento el paso dos: parar los pensamientos negativos. Dentro de mi cerebro grito "¡¡¡ALTO!!!" muy fuerte.

El doctor dijo que al gritar la palabra "alto" en mi cabeza estoy interrumpiendo el mensaje de emergencia que mi cerebro está mandando a mis glándulas suprarrenales.

La clave es dejar de pensar cosas catastróficas y remplazarlas por pensamientos relajantes. Necesito tranquilizarme. Mi miedo está causando que mi corazón lata más fuerte, mi corazón está bien, si me relajo esto solo durará tres minutos. Estoy bien, estoy bien. Ya he pasado por esto antes, todo está bien.

Último paso es aceptar mis emociones. ¿Qué siento? ¿De qué tengo exactamente miedo? Lo sé, tengo miedo de caer otra vez en lo mismo, de estar de nuevo solo, tengo miedo de que me odie y deje de molestarme con sus estúpidas sonrisas y su estúpida manera de llamar mi atención.

Era lo que quería, que me dejase ser como antes. ¿Por qué estoy así ahora? ¿Qué tengo que aceptar? ¿Qué no la odio? ¿Qué es otra cosa lo que siento?

No, eso no puede ser. Unas palabras que dijo el doctor suenan en mi cabeza: "El aceptar sus emociones es muy importante. El minimizar esta experiencia por lo general solo sirve para que se repita."

¿Es racional el miedo que siento?

No, no, no, me repito a mí mismo y me obligó a relajarme. Respiro hondo un par de veces más y ya estoy más tranquilo. Estoy bien, estoy bien. El miedo es una emoción positiva que nos recuerda de cuidarnos a nosotros mismos, utilizaré esto para recordarme que estoy mejor sin ella...

Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora