9. "Apuesta"

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Despierto demasiado pronto, alrededor de las seis de la mañana, no tengo nada que hacer. Me doy una ducha de agua caliente. No sé cómo voy a hacer para mirar a la cara a Dulce, no parecía importar cuanto la apartase de mí, ella siempre volvía, pero ahora será diferente, llegué a su límite, traspasé la línea de lo indebido y se hartó de mí. Jamás me importó que una chica desapareciese de mi vida, es más, después de una noche yo mismo me ocupaba de que así fuese, varias antes que ella me habían dicho que me odiaban, pero ninguna antes de acostarme con ellas... bueno, alguna sí. La cuestión es que ninguna se había mostrado interesada en mí de la manera que la vi a ella y la he alejado para siempre, es lo que busqué; es lo que he obtenido.

Rosalía ya está deambulando por la casa, haciendo alguna que otra tarea.

—¿Jamás duermes? —se sobresalta al oírme.

—Ha madrugado el señorito hoy. ¿Quiere su desayuno? —me pregunta sonriente.

—No, lo tomaré con Uriah, más tarde.

—Como guste. —me mira una última vez y se marcha a seguir trabajando.

Como cualquier casa la mía a las seis y media de la madrugada no tiene demasiado movimiento, es un aburrimiento. No podía permanecer en la cama, me faltaba la respiración entre sueños y el sudor me estaba inundando.

—¿Madrugas? —me pregunta mi padre.

—Solo por hoy, ¿vas al trabajo?

—Sí, estaré de vuelta un par de horas para comer y volveré al hospital.

Así es mi padre: dedicado a su trabajo todo el día, cualquiera pensaría que es normal que mi madre se sintiese sola. Mi tía Lisa (la madre de Uriah) también es doctora, es la profesión de la familia Bradley, pero yo aún no sé qué quiero ser. 

—Papá... —Quiero preguntarle si sabe algo de que no soy su hijo realmente, a veces me da esa impresión, no porque me trate como un extraño, él siempre fue el que más se interesó por mi vida, sino por la pena con la que me mira, es solo un instante, un segundo que no se me escapa.

—Dime, Wild. —me guiña un ojo.

—No trabajes mucho. —acabo diciéndole.

—No puedo hacer eso hijo —pone una mano en mi hombro, apretando su agarre—. Si no me esfuerzo; muere gente. —hace una mueca de disgusto.

—Lo sé, pero no es motivo para que tú des menos valor a tu vida. —le digo enfadado.

—Te quiero. —dice, besa mi frente y se marcha a trabajar.

Hace unos días habría reaccionado de manera distinta a estas muestras de afecto, pero estos días no. No creo que sea malo el que no me moleste no estar completamente solo, aunque no quiero acostumbrarme a nada para que nada me falte.

****

Uriah despierta un poco más tarde de las siete y desayunamos juntos. Recién levantado él está en modo "ahorro de energía" o "reiniciando" no sé, pero es como si hasta que no transcurre media hora no es persona.

—¿Qué vas a hacer cuando la veas? —me pregunta llevándose una cucharada de cereal de chocolate a la boca.

—Lo que debí hacer la primera vez que me habló...

—¿Ser cómo cualquier jodido adolescente y ser medianamente molesto, educado y gracioso para que salga contigo? Porque te gusta, sé que te gusta. —me interrumpe una vez más.

—No —contesto molesto—. Pasar de ella, jamás debí haberle hablado, me hubiese ahorrado esto.

—No la miras igual que a las demás.

Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora