22. "La cita y el regalo de papá"

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Había llegado al fin de nuevo al que era mi hogar desde hace casi cinco años, pero el motivo por el que estaba tan ansioso no era el lugar, sino quién me esperaba en éste lugar.

Al llegar Rosalía me recibió con entusiasmo y una buena comida caliente que devoré en unos segundos junto a Uriah. Después de todo eso acabé hundido en la cama, sumido en un sueño profundo y difuso, de esos que no recuerdas nada pero despiertas sumamente feliz. Miré el reloj ¡las ocho de la mañana! Tengo 15 minutos para estar en el instituto. Me doy una ducha rápida, me visto y desayuno algo rápido. Uriah ya ha salido hace un rato según me ha dicho Rosalía.

-¿Con quién? -pregunto mientras como los huevos revueltos.

-Una chica que parecía universitaria. -contesta rellenando de nuevo mi vaso con jugo de frutas.

Parece que lo que me contó el "señorito míster adorable" era cierto. Se me esta haciendo tarde para llegar al instituto, ya tengo asegurado que como mínimo estaría allí sobre las 8:20 o 8:25 de la mañana. Corro con la moto, afortunadamente no me cruzo con ningún policía por lo que a las 8:30 estoy en el instituto. Llamo a la puerta con los nudillos y dejo cruzar la cabeza.

-¿Hola? -pregunto.

-Parece que se le pegaron las sábanas, señorito Bradley. -me dice el profesor.

-Mi cama es una mayor tentación que su clase de historia, lo siento... las comparaciones son odiosas pero debe saberlo. -contesto sentándome sobre mi asiento junto a Dulce, no repara en mirarme.

-Bueno, estábamos hablando sobre Albert Einstein, ¿podría decirme cuales fueron sus premios destacados?

-Premio Nobel de Física en 1921, la Medalla Copley en 1925 y la Medalla Max Planck en el año 1929. -sonrío satisfecho.

Uriah levanta la mano y se gira para guiñarme un ojo, está apunto de decir alguna de las suyas.

-¿Sí, Uriah? ¿Quiere preguntar algo?

El profesor es gordo, de orejas grandes y aliento fétido. Su cara se contrae de forma desagradable cuando habla más de una palabra a la vez. Tiene cara de ornitorrinco.

-Quisiera dejar claro algo, ¿puedo? -pregunta en tono inocente. El profesor asiente y Uriah procede a hablar, se levanta para enfatizar su discurso-. Todos sabemos que no hay nadie más inteligente que Albert Einstein... salvo -el profesor arqueo las cejas esperando que dijese algo inteligente- ¡salvo Barbie! Esa tía es doctora, astronauta, veterinaria, dentista, maestra, pediatra...

-Uriah, cállate la boca. -le dice molesto el profesor porque Uriah se ría de aquella manera de él, seguro que si no lo hubiese detenido habría continuado un rato agregando trabajos a la muñeca.

-Adoro esa expresión -sigue hablando, recostándose en su asiento-: "Cállate la boca", en fin, piénselo, es importante que sea tan explícito, así no me confundo y hago callar a mi codo o a mi rodilla, por ejemplo.

La seriedad con la que Uriah habla termina por conseguir que toda la clase estalle en unas carcajadas ruidosas, provocando que el director nos llame la atención. Después de que el profesor ornitorrinco se disculpe por nuestra aula, la clase continúa, pero Dulce no me dirigr la palabra, ni en esa, ni en ninguna de las clases siguientes.

Estoy en el segundo patio, en el que disponemos de 10 minutos. Le estoy viendo leer en la biblioteca mientras un chico habla con ella. ¿Qué he hecho para que actúe conmigo de esta acera tan fría? Antes de irme todo estaba perfecto. Un sudor frío me recorre la espalda, el no saber por qué está de esta manera me pone nervioso. Cada vez me cuesta más negarme a mí mismo lo obvio, lo que me pasa cuando está tan cerca de otro chico. Uriah aparece sin previo aviso a mi lado y coloca una mano en mi hombro.

Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora