DVICIO - Justo ahora.
Entro en la habitación con un nudo en el estómago, la gravedad se incrementa y es como si mis 86 kilos de peso se multiplicasen por diez.
Miradas cruzadas, sus ojos están enrojecidos y pasa repetidamente las muñecas por ellos secando lágrimas inexistentes. Me duele verle así aun sabiendo que todo es una mentira.
—Eric quería... —su tierna voz es como un cometa estrellándose contra mi cuerpo, haciéndome arder, explotar.
—No quiero que abras la boca —le ordeno con voz de suplica—, ésto es lo último que pienso decirte...: Lo has destrozado todo, me has destrozado por darte algo que jamás quise compartir, Caramelo. La esperanza la perdí de nuevo, mi corazón vuelve a estar en el caos... nada salió como quería —doy dos pasos hacia ella—, pero alguien importante para mí me dijo que tenía que aprender de lo que no salía como yo pretendía y tiene razón; hay cosas que jamás pensarías o querrías pasar por ello sino pasarán solas. Yo nunca he deseado llegar aquí. No negaré que te quiero —niego con la cabeza, es una locura negarlo—, sería algo estúpido y tú ya fuiste estúpida por los dos.
—No puedo entenderlo. ¿Por qué me quieres?
—No hace falta que lo comprendas, yo aprendí que el corazón no piensa. Te arrepentirás de este error, todo el que desfigura un corazón queda con raíz de amargura.
—Pero... no... yo no quería... —busca una excusa y una lágrima resbala por su mejilla.
—No, Caramelo. ¿Para qué te esfuerzas? No tienes que explicarme nada, siempre te voy a querer por mucho que me hayas mentido, porque para mí todo fue totalmente real.
—Eric... ¿por qué tienes que ser tan bueno? —da un paso hacia mí y la distancia entre los dos es tan corta, dos pasos más y tendré su respiración en mi pecho.
El verle se siente igual a cuando al levantarte, después de haber soñado con una persona que quieres mucho pero ya no está, le miro y veo lo que creí que era, no consigo terminar de creérmelo, una parte de mí quiere seguir mintiéndose un poco más.
—Ese es mi problema, Caramelo, cuando estás cerca mi oscuridad se esclarece.
Ella se apoderó de mi corazón de hielo, lo abraso hasta descongelarlo y que volviera a su ritmo, pero no al que debía estar para vivir por mí solo... sino al ritmo para vivir por ella, más tarde me golpeó en él con tanta fuerza que no tuve más remedio que volverlo una piedra, agrietado, encerrado de nuevo en la cárcel de mi soledad.
Se crea un silencio sepulcral, ella abre la boca para decir algo más, pero la detengo:
—Caramelo, comprendo que quieres hablar, pero yo no quiero saber más de ti —me detengo unos segundos, es una gran mentira y el decirlo me ha dejado un mal sabor de boca—. Te entiendo, pero entiéndeme tú; cada palabra tuya es un... suplicio.
Reduzco la distancia que nos separa a centímetros, escucho su respiración irregular, casi parece que fuese a llorar. Es una actriz de primera. Alarga la mano para sujetar la mía. A veces quisiera que fuese así de sencillo, poder actuar de esa manera tan perfecta, encajando en su personaje sin error alguno.
Ella sujeta mi mano con fuerza, entrelazando nuestros dedos, negándose a dejarme ir y algo se rompe en mí de nuevo; primero fue mi orgullo y ahora es mi corazón.
—Por favor, no me detengas.
Me aferro a las súplicas, los ruegos, tengo que alejarme antes de que no quede un fragmento de mí. Pero ¿cómo alejarte y dejar todo lo que quieres? Existen millones de mujeres más, pero cuando encuentras, no quién te completa, si no quién te acepta al completo no puedes abandonarlo. Por eso no quiero irme aunque lo necesite, tendré que guardar los recuerdos de esta mentira igual que la mejor película grabada en mi cerebro. Necesito aclararme, volver a ser yo, pero ¿quién soy yo?
—Eric. —me llama, de tal manera que siento que me está reclamando algo, pero no sé el qué. Soy ése que su voz exige como su propiedad, soy en lo que ella me convirtió: el castillo de papel con apariencia de roca, guardando a la doncella que es mi perdición.
—No, Caramelo, no vale la pena. ¿Para qué quieres llamarme? Si el que era yo cuando estaba contigo, ése ya no está, estas son las últimas palabras que te dedica —aprieta más mi mano y yo la miro tierno—. Suelta mi mano. —le ruego—. Entiende que me tengo que ir.
Me siento débil junto a ella, siempre fui débil con lo que se refería a ella, sin embargo tengo que volver a crear esa coraza que ella rompió, pero antes me voy a permitir ser débil una vez más, dejar que me apuñale una última vez.
Descanso mis manos en sus caderas, encajando nuestros cuerpos, tan conocidos y a la vez tan forasteros, no obstante reaccionan ante el calor, la química y pasión que comparten de forma innegable. Subo la mano para acariciar su costado hasta llegar a su nuca, abrazándola con fuerza, respirando una vez más ese embriagador aroma de su piel.
Nunca había rogado tanto por nada, por nadie, pero silenciosamente pido con la mirada que me diga que me ama, que todo era una mentira. Que ha pasado los días pensando en mí, preocupada. Lo que fuese... algo a lo que afianzarme.
Levanto con el dedo pulgar e índice su barbilla, incrustado mis ojos en los suyos, húmedos y de apariencia tan sincera, jamás pondré meterme en la cabeza lo que ha ocurrido. Acerco despacio mis labios a los suyos, acariciándolos con la pasión retenida de este mes, llenando reservas, porque sé que jamás un beso me sabrá a una nube más que los de ella. Le beso lentamente, disfrutando del último beso que pienso dar en mi vida de esta forma tan expuesto al dolor, gozando cada contacto de nuestros labios, del sutil roce de nuestras lenguas que se extrañaban. Necesidad, amor, mentiras y dolor, todas estas palabras conjugadas a la perfección en este beso.
Quiero a esta mujer y eso me ha terminado de matar, un rayo no pudo acabar conmigo, pero la descarga que ella provocó en mí fue mayor que cualquier rayo.
Me aparti de ella, me mira confundida y yo le sonrío una última vez antes de que desaparezca de nuevo esa expresión de mi cara por mucho tiempo.
—¿Ésto qué significa? ¿Qué quieres de... decirme con todo ésto, Eric? Este final...
—Que perdí, he perdido... —suspiro con pedadez— yo no pude odiarte hasta el final.
Me separo de ella. No por días. No por horas, sino por lo que para mí se sintió una eternidad.
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Ódiame hasta el final (ÓHEF#1)
Teen FictionSi no confías en nadie, nadie puede hacerte daño. El dolor no es algo que quiera en mi vida, y el final de la ecuación en el amor siempre es el dolor, así que lo mejor es evitarlo a toda costa. ¿Amigos? siempre te acaban traicionando, es mejor esta...