Capitulo Veinticinco

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<< Siempre ha sido mía.... Solamente tenía que encontrarte >>

El sol estaba apunto de caer dando espacio a la noche, el cielo antes nublado ahora se tornaba en diferentes tonalidades de gris y negro, el aire soplaba con fuerza helado como cual tempano, la terraza le recordaba a él como todo el departamento en realidad, aquel edificio tenia sus beneficios, era demasiado snob y lujoso para su gusto pero no se oponía, se había duchado colocándose así sus pijamas de franela rosada con pequeños conejos blanquecinos esparcidos sobre ella, una taza de chocolate humeaba sobre la mesa de cristal, la ciudad parecía encenderse ante sus ojos, su cabeza era un lio, porque no amaba a Harry ni el la amaba a ella... ese era el problema no era tan simple, cerró los ojos cansada, en sus pensamientos se formaron las imágenes de aquel hombre tan enigmático, provocaba todo en ella miedo, felicidad, tranquilidad, ira, tristeza... deseo, abrió los ojos lentamente odiaba que fuera igual de cambiante que ella, no sabia a cual Harry se enfrentaba en ocasiones... ¿Por qué siempre parecía que le escondía algo? Su mirada se posó nuevamente en la vista de la ciudad, aquella ciudad llena de vida, llena de historia, partida por la segregación, sutil en ocasiones y algunas otras palpable hasta en el aire, miro su celular vibrar de nuevo ¿Por qué no contestaba? Ni ella misma lo sabia, estaba enfadada quizás... decepcionada ciertamente

—Eres todo un misterio—tomó un sorbo de su chocolate—De esos que no puedo descubrir—Aún recordaba la primera vez que lo vio en ese café, tan imponente y fresco a la vez de esas combinaciones que rara vez se ven bien juntas, adoraba verlo llegar de la oficina tan formal, tan poderoso cuando le contaba todo el dinero que había ganado aunque ella no entendía ni una sola palabra que él profería, las pocas veces que lo había visto salir a trabajar la respiración se le tornaba irregular, algo despertaba en ella pero nunca podría describir que era, adoraba mirarlo con esa fijación que tenía con los trajes de chaleco, su perfume impregnado por toda la habitación—Imbécil...

Miro el reloj de su teléfono marcando las ocho con treinta minutos, observo todos los mensajes, la mayoría solo decían su nombre, intentando llamar su atención, tantas llamadas perdidas, ninguna respondida o regresada, un mensaje cayo diciendo que su buzón estaba lleno ¿Cómo se usaba eso? Siguió las instrucciones y escuchó con atención pegando la bocina a su oído

Daisy soy yo otra vez, escucha se que sigues molesta pero no hay razón... no se si escuchas esto pero si ocurre un milagro volveré a casa esta noche..

Soy yo contesta el maldito aparato por favor, ¿Estas molesta? No lo estés nena no hay motivos

Daisy... no pude hacerlo, algo dentro de mi me lo impidió, solo se que... no la deseaba a ella—Silencio—Te deseo a ti nena

Algo dentro de ella hirvió, su sangre sus entrañas, ¿No había motivos? Entonces no lo hizo, un peso había dejado su corazón en ese preciso momento, suspiro con todas sus fuerzas porque por algún motivo se sentía liberada, escucho entonces como la puerta se abría... era él, camino rápidamente hasta la entrada donde lo visualizo, dejando su maleta a un lado de la puerta, alto y atlético como siempre llenando la habitación con su sola presencia, no había reparado en ella, quien salió completamente a la estancia del departamento con el alma en un hilo, el corazón en su pecho galopaba pero él parecía cansado

—¿Es cierto?—Preguntó ella sin saludarle, sin preguntarle que tal había ido en el viaje, necesitaba confirmar que no había compartido su cama con nadie más, que de alguna manera seguía esperándola

—Daisy—La miró aliviado de que siguiera en aquel departamento porque por alguna extraña razón tenía el presentimiento que no la encontraría al regresar y eso lo llevaba atormentando horas enteras

The Deal [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora