Capitulo treinta y ocho.

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<<Es mágica, porque sin siquiera saberlo me devolvió a casa, me hizo derrumbar los muros que cubrían mi corazón, de pronto ya no estaba solo...>>

El reloj marcaba las tres con cuarenta y cinco minutos cuando Harry entro con cuidado a la habitación procurando no despertar a la jovencita quien lo esperaba leyendo en su cama, iluminando la habitación con la tenue luz que emitía la lámpara de su mesa de noche, lo miro buscando algún rastro de furia en sus rasgos pero no había ninguno, en cambio había rastros de lagrimas, sus ojos estaban rojos, dejo el libro de lado

—¿Cómo te fue?—pregunto angustiada— ¿Qué sucedió?

—Hablamos—Dijo sentándose en la cama, ella se acerco a él para abrazarlo por detrás, un suspiro salió de su pecho, estaba helado ya se había quitado la chaqueta —Resulto bien, gritamos un par de veces, ella lloro más, no dejo de decir verdades y ambos comprendimos que fue culpa de ambos que nuestra relación se quebrara de esa forma

—Lo siento Harry—Paso su mano por sus brazos para hacerlo entrar en calor mientras se deshacía de su calzado—Pero ¿Todo se arreglo?

—Si, afortunadamente así fue—Sonrió haciéndola sentir tranquila—Vamos a dormir muñeca, ya coloque tu calcetín en la chimenea y deje un poco de whiskey para Santa —Beso su nariz enrojecida por el frio —Anda a dormir que nos encontrara despiertos y se llevara nuestros regalos.

Por la mañana muy temprano para su pesar Anne toco a su puerta para después abrirla y encontrarlos completamente dormidos, con bastante humor grito un ¡Feliz navidad! Provocando que ambos despertaran sobresaltados, rio al ver su reacción y les ordeno bajar lo antes posible, Daisy se apresuro a cepillar sus dientes y cabello para parecer lo mas decente que pudiera aunque estuviera en pijamas de franela, Harry solo se lavo un poco antes de a empujones bajar a su esposa, una vez en el salón donde estaba el árbol de navidad repleto junto con todos lo demás integrantes de la familia

—Muy bien como patriarca de esta familia el abuelo abrirá los regalos primero—Explico Anne pasando a Harry todos los regalos que llevaban el nombre del abuelo quien sentado en el sofá sonreía satisfecho antes de agregar alguna de sus icónicas bromas —Harry querido ayúdale a abrirlos

—Más de vale hacerlo con cuidado pequeña Harriet, los regalos los envolvieron con cuidado y cariño para mi —Advirtió el hombre mayor a su nieto quien con mucho cuidado abrió sus obsequios para después pasárselos.

Cuando todos abrieron sus regalos había gritos de emoción, risas y bromas además de muchas fotografías llenaron el salón, los calcetines estaban llenos de dulces, mas calcetines y otros regalos extras, Daisy admiraba la energía que todos compartían ahí, miro el reloj apenas serian las cinco de la mañana en casa de sus padres, una punzada de melancolía la atacó, estar ahí le parecía precioso, muchas cosas se resolvieron en ese viaje pero no dejaba de extrañar a su familia, por más que fue ella misma quien pidió escapar, extrañaba la risa de su abuela y la tía Edith presionando a su madre, su padre y Thomas buscando un canal de deportes mientras todos abrían los regalos, el desayuno de las navidades siempre eran panqueques, esperaría para llamarlos mas tarde.

Cuando marcaron las tres de la tarde en su reloj su teléfono sonó sobre la barra de la cocina, saco sus manos de la masa que batía para hacerle al abuelo esas magdalenas con crema que tanto le presumió le quedaban lo bastante decentes, vio el teléfono era una video llamada de su hermano, les había mandado un mensaje muy temprano diciéndoles lo mucho que deseaba estar ahí con ellos, contesto rápidamente

—¡Hola!—Saludo a su hermano quien sonreía a la cámara, estaba en pijamas, hizo cuentas rápidamente y ahí eran apenas las diez de la mañana —¡Feliz navidad!

The Deal [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora