Parte 9

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Nunca olvidare la primera vez que nalguee a mi madre.

Es difícil decir quien estaba más nervioso, yo o ella.

Antes de que empezáramos, no podría decirles exactamente porque tenía miedo. Quiero decir, en el absolutamente peor escenario, sabía que podía aligerar las cosas, volver a los castigos no físicos.

Después de todo, no es como que ella quisiera que dejara de ayudarla. En este punto, Mama esta tan obsesionada con su peso como Cynthia, lo cual ya era algo.

Pero mis nervios eran un misterio, los miedos de Mama eran más que obvios, incluso para mí. Una pequeña parte de ella probablemente tenía miedo del dolor, pero más que nada, Mama tenía miedo... de disfrutarlo.

O, peor: no ser capaz de esconder lo mucho que lo amaba.

Conozco a mi Mama. Se avergüenza con facilidad. Ella una vez pronuncio más el nombre de mi profesor de tercer año, y se sonrojaba cada vez que lo veía por los próximos años. Si ella se caía en una escalera mientras había gente alrededor, ella se sonrojaba como una profesional. Las normas sociales eran muy problemáticas para ella, y realmente no cooperaba con su pena.

Ser nalgueada por su hijo estaba obviamente muy fuera de su zona de confort, pero me encargue de convencerla de que era vital si ella quería perder peso (lo cual, gracias a mí, ahora quería, más que nada)

Si ella gemía accidentalmente con placer o mostraba que lo estaba disfrutando, sabía que estaría muy mortificada, no habría forma de que me dejara nalguearla de nuevo.

Un millón de pensamientos pasaban por mi cabeza mientras me sentaba en la silla de la cocina.

Esta fantasía se estaba volviendo real. La primera de muchas, esperaba.

Mama se me quedo mirando, y por un momento pensé que no iba a hacerlo, que iba a retractarse e inventar una excusa. Pero luego su sonrisa reapareció, esa impactante, encantadora, internamente seductora sonrisa, y asintió.

"Esta es una buena idea," dijo ella, y se acostó en mi regazo.

Quería hacer todo con ella. Quería nalguearla, duro, una y otra vez. Quería liberar años de frustración y lujuria, realmente quería dominarla.

Quería nalguearla hasta que se viniera, golpeando su raya tan duro que no pudiera levantarse. Quería hacer que mi madre gritara del orgasmo, justo en la cocina.

Pero por mucho que quisiera esas cosas, no soy un tonto. Sabía que no era una buena idea, no me acercarían a mi meta.

No tendrían a mi madre bajo mi orden permanente.

Y así que jugué mi parte como el hijo reacio a las nalgadas, y le dio unas cuantas palmaditas.

"Toma," dije serenamente. "Que te sirva de lección."

Debo haber heredado mi habilidad de esconder mis sentimientos de Papa, porque ciertamente no lo saque de mi madre. La mirada de decepción en sus ojos era obvia mientras se levantaba, incómodamente ajustando su falda.

"Gracias," dijo ella de mala gana.

"Lo siento, tenía que hacerlo," dije con un suspiro. "Espero que funcione."

"Si," dijo ella, una nota de confusión en su voz. "Eso espero.

*                                                 *                                       *

"Que tan seguido te masturbas?"

"Dos veces por día," respondió Cynthia, mirando hacia el techo.

"Cuanto tiempo te toma terminar?"

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