Parte 35

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Hace diez años, había ido de compras con Mama cuando dejo caer un jarrón de dulces. Conocen los rompe muelas rojos? Habíamos ido por unos como regalo para una tía lejana o alguien, y Mama se había distraído por algo y lo dejo caer.

El jarrón se rompió en el suelo, esparciendo su contenido por todo el piso de la tienda. Había sido tan ruidoso, e hizo tal desastre; que todos en el edificio debieron haber escuchado, y todos los demás compradores en el local se le quedaron viendo.

Mama había estado mortificada. Ella se puso roja, se disculpó profundamente con la cajera (quien, por supuesto, no le importada) y me saco de la tienda lo más rápido que pudo. Honestamente no creo haberla visto tan avergonzada en mi vida.

Es el tipo de cosa que estoy seguro de que la mayoría de las personas recordaría y se reiría de eso, pero no Mama. Cynthia y yo se lo recordábamos de vez en cuando, solo para ver la cara de nuestra madre volverse tan roja como esa vez hace diez años.

Desde entonces, Mama ha atravesado todo el pueblo para ir de compras. Ósea, no creo que nadie fuera de nuestra familia siquiera recuerde lo que paso, pero eso no le importo a Mama. En lo que a ella concierne, el incidente en sí pudo haber pasado ayer, o haber sido el evento más significativo de la década.

Así que, pueden adivinar a donde decidí llevarla.

Mama jadeo solo ante la vista de la tienda, y mi un rubor familiar empezando a crecer en su cuello. El pensamiento de lo que íbamos a hacer—lo que Mama iba a hacer—me dejaba duro como la piedra.

Esta era mi primera vez haciendo algo público con Mama o Cynthia. O alguien más, supongo.

Quiero decir, propiamente público, mas allá de hacer que Mama corriera desnuda por el patio. Había riesgos, por supuesto, pero eran muy menores; no era como si fuera a empinarla y nalguearla en medio de la tienda. No importa lo mucho que mi verga palpitaba ante el pensamiento. Este solo iba a ser un pequeño viaje, para humillar a mi madre.

Para demostrar mi poder sobre ella. Si podía hacer que Mama haga esto, sabía que podía hacerle lo que sea.

Me estacione alrededor del bloque de la décima tienda, y deje a Mama guiar el camino. Sus manos estaban atadas detrás de su espalda—solo una simple cuerda negra alrededor de sus muñecas. Si no mirabas de cerca, solo pensarías que estaba sosteniendo sus brazos detrás de ella, o quizás cargando una bufanda.

Si mirabas, sin embargo, no era difícil imaginar que estaba pasando. Que esa mujer de mediana edad con mirada tímida era...bueno, pervertida. Sumisa. Amarrada en público. Involuntariamente involucrando a cada extraño en la tienda en su juego sexy de juego de rol.

Por supuesto, ellos no sabían que lo estaba haciendo por su hijo. Por la orden de su hijo. Ese era un pequeño bonus solo para mí.

Mama camino rápidamente, llena de adrenalina. Esto era probablemente la mayor cosa vergonzosa que alguna vez haya hecho. No podía evitar revisarla mientras me quedaba a tres metros detrás de ella, siguiéndola.

Ella se miraba tan caliente. Mi madre había sido atractiva incluso antes de que la ayudara a volverse a poner en forma. Ahora, ella era una de las personas más sexys en el pueblo. Mi Mama era una perra caliente.

Y era toda mía.

Seguí a Mama hasta el frente de la tienda. Sus instrucciones habían sido muy claras—íbamos a pasar veinte minutos en la tienda, ella iba a dar al menos dos vueltas, y solo cuando le diera la señal iba a tener permitido irse.

La tienda estaba llena, lo cual hacia las cosas más calientes. Cualquiera que nos encontráramos podría mirar hacia abajo y notar la cuerda negra atando las muñecas de Mama. Cada persona ahí podía descubrir la esclavitud de mi madre, y descubrir quién era realmente.

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