Parte 47

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Cynthia había mostrado una rara chispa de resistencia cuando le ordene que sugiriera que Mama me la chupara como castigo.

Incluso en su estado roto, sabiendo que ella nunca seria atractiva para su hermano, que su sumisión no era suficiente para compensar su cuerpo...ella aun quería mantener la ventaja sexual que tenía. Nuestra única conexión.

Incluso aunque yo (en su mente) me sienta completamente conflictuado por eso, por una hora al día ella podía sentir mi verga en su boca. Cynthia podía tragar mi semen, saber que su hermano estaba usando su cuerpo—aunque grotesco—para su placer.

Servir era ahora el único propósito en su vida.

Pero cuando le había dicho cuáles eran las condiciones, que necesitaba a alguien que siempre este cerca, siempre desnuda y lista para servir a su hermano, solo había una opción.

Mama.

Sorprendentemente, mi hermana no había visto el incesto como un problema potencial. No, ella estaba dentro de madriguera de los taboos; ella veía el incesto no solo como un fetiche, sino como El fetiche.

Además, le había dejado claro en la última semana que encontraba repulsiva la forma en que ella se excitaba chupándomela. Cuando Mama lo hizo, sería un castigo. Ella no recibiría ningún gozo de eso.

Sería la solución perfecta. Cynthia sabía que Mama siendo forzada a chupármela podría atraer a mis tendencias sádicas, y le había dicho que necesitaba un reemplazo. Alguien superior. Y, a los ojos de mi hermana, Mama tenía un mejor cuerpo que el suyo.

Diablos, en lo que a Cynthia le concernía, todos tenían un mejor cuerpo que el suyo.

En realidad, Cynthia probablemente era la persona más buena del planeta. Cuando me la cogía—con lentos y suaves embestidas, disfrutando cada momento de mi verga deslizándose dentro de ella—no podía evitar admirar de nuevo lo increíblemente sexy que era el cuerpo de mi hermana. La forma en que se veía tan indefensa cuando me la cogía. La forma en que sus enormes pechos rebotaban. Su culo, tan redondo y firme. Su estómago, delgado y tonificado por el resultado de los interminables ejercicios que le había hecho hacer.

Podía cogérmela por siempre.

Podía, y lo haría.

No había tomado mucho superar la resistencia de mi hermana. No creo que hubiera algo que mi hermana no haría, si le ordenaba hacerlo. Solo por la oportunidad de obedecerme. Por la minúscula oportunidad de que encuentre su ciega devoción aunque sea un poco atractiva.

Ella haría lo que sea.

Antes de despertarla, le di dos instrucciones más.

"Tu hermano no le gusta lo pervertida que eres," mentí. En realidad, era una de mis cosas favoritas de Cynthia.

La había convertido en una enferma. Justo como yo. Claro, me gustaba porque yo la había creado, pero no es esa la moraleja de ese viejo cuento griego? Haz lo que amas, para que finalmente tengas exactamente lo que quieres?

"Si quieres siquiera la mínima oportunidad de recuperarlo," le advertí, "hay una cosa que puedes hacer."

"Que?"

Sonreí ante la desesperación en la voz de mi hermana.

"No correrte," le dije. "Cuando estes con tu familia—tu hermano, tu madre—no te corras. Si el ve eso, el pensara que es peor para ti."

"No lo hare," juro mi hermana solemnemente, retorciéndose ante el pensamiento. "Lo prometo."

"Para motivarte," continua, "necesitas empezar a pensar en algo más mientras llegas al límite."

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