Adrián IV

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Enfado.

Ira.

Desilusión.

Mi cabeza me culpaba por todo.

Me hacía daño a mi mismo de algo que no podía salir.

Estaba anclado en el profundo mar ahogándome.

Su imagen me torturaba.

Su presencia me hacía intensos pinchazos en el pecho.

Así, con esa parálisis en mi cabeza, me acosté. No pegué un ojo en toda la noche; el solo pensar que al otro día debía ir a trabajar, que quería volver a verla, que echaba de menos sus ojos brillantes al igual que la maldita luna...Me martilleaba mentalmente ser tan frágil.

No me podía curar de ella.

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora