Cinco años después.
Adrián.
Nunca aprenderás a superar nada. Es más, me parece estúpida esa palabra, no estás en ninguna maratón para ganar una carrera entre miles de participantes. Pero como iba diciendo, nunca aprenderás a superar nada, el ser humano, en base a su supervivencia, lame sus heridas, aprende a vivir con ellas, recuerda el dolor pasado y llora por las memorias. Pero nunca supera, tendemos a tener una idea extraña en la que cuando miramos a una persona que nos hizo daño o de la cuál tenemos malos recuerdos con ella y nos sentimos nada, quiere decir que la hemos superado, que ya no duele.
Pero no creo que sea así, porque si realmente nos pusieran en la misma situación de hace un tiempo que nos marcó de por vida, esa espina en el corazón seguiría encarnada. Y por ello no nos tenemos que sentir culpables, para nada, simplemente aprendemos a vivir con ese dolor y lo transformamos en algo que nos ayudará en las experiencias futuras.
Cuando le dejé ir me sentí miserable, perdido, vacío. Me había quitado a mi mismo un pedazo de piel que estaba creándose entre nosotros. Fui yo quién me alejé y fui yo quién la dejó sola. Pero todo tiene su explicación, y es que no podía seguir dejando que mi mente me martirizase más de lo que ya lo hacía, como mis pensamientos negativos tomaban el control de cada acción del día y me sentía inútil. Era un completo castigo vivir así, condenándome por cosas que ya no tenían solución.
Nunca superé, ni superaré la muerte de Clara. Pero a día de hoy he aprendido a vivir con ello, a saber que no volverá y a quedarme con los recuerdos que me sacan más de una sonrisa. Sané las heridas de la culpabilidad y los traumas poco a poco se hicieron más pequeños.
Después de estos años yendo a las sesiones con el psiquiatra y Marina, comprendí que la mente era un mundo, un papel en blanco preparado para ser escrito y nosotros somos los protagonistas de la escritura de nuestra mente. Pero eso me llevó bastante tiempo integrarlo en mi cabeza y dejar la culpabilidad del pasado a un lado.
Observo la hora, queda menos de quince minutos para que acabe la clase por ello tomo la tiza y ya puedo visualizar a algunos alumnos resoplando sabiendo que la explicación seguía. Estiro mi espalda notando que cruje un par de veces y me levanto del asiento. Con solo una mirada ordeno a callar a toda la clase, cada una de las personas que habitaban la sala dejan de hablar y centran su atención en mí.
Hace unos años era incapaz de verme dónde estaba ahora, dando clases a miles de alumnos y alzando la voz enseñando cada cosa que hace unos años aprendí. Después de mucho esfuerzo y dedicación conseguí acabar la carrera de matemáticas, lo compaginé con las sesiones del psiquiatra y me fueron mejor de lo que pensé, aunque algunas veces, como era normal, había recaídas. Aún así me ayudaron bastante en seguir adelante. Mi tío me apoyó en todo momento, desde el instante en que vio que rebajaron las dosis de las pastillas, vi cómo dos lágrimas caían sobre su rostro y ahí supe que lo estaba haciendo bien, que por fin las piernas no me temblaban, los pensamientos no me hacían daño y mi mente empezó a ser mi amiga.
—Antes de acabar la clase quiero hablaros de una ecuación muy curiosa que quizá mucho de vosotros no conocíais —me acerco a la pizarra y remango la camisa hasta el codo. Aunque Valencia en invierno no hiciera tanta calor, el nerviosismo a veces aparecía cuando menos me lo espero.
—¿Hace falta apuntarlo? —comenta una chica del fondo.
Dándole la espalda, niego un par de veces.
—No hace falta, quiero únicamente que estéis atentos —comienzo a dibujar dos líneas paralelas al mismo tiempo en el que hablo—. Hay una ecuación que dice que cuando dos sistemas interaccionan entre ellos durante un cierto periodo de tiempo, llegan a formar uno solo en el espacio. Ahí comienza un ciclo recíproco en el que ambos sistemas tienen la posibilidad de entenderse, notarse, sentirse entre ellos... Pero como todo tiene su fin, donde una vez se unieron, se formará una catastrófica separación obligando a que se conviertan de nuevo en dos sistemas distintos e independientes, aunque guardan una conexión única fruto de su pasado que los transforman en un único sistema.
![](https://img.wattpad.com/cover/290950839-288-k105445.jpg)
ESTÁS LEYENDO
La ecuación de Lobo
Любовные романыÁgata no sabía qué era estar sola. Lobo no sabía qué era estar acompañado. Ágata temía la soledad. Lobo temía la compañía. Ágata vivía escondida de su pasado. Lobo seguía en pie gracias al pasado de Ágata. Ambos se destruyeron de la forma más bonita...