Vacilación o falta de determinación ante varias posibilidades de elección sobre creencias, noticias o hechos.
Seguimos hablando durante un tiempo mientras que trataba de terminar el plato, le costó bastante trabajo, pero lo consiguió. Y no paré de repetirle lo orgullosa que estaba de él. Tenía una sonrisa de oreja a oreja que hacia mucho tiempo que no la veía plasmada en él, mi pecho se encogió y después de mucho tiempo me sentí plena. Estar con él me ayudaba a evadir los problemas y centrarme únicamente en aquello que solo me importaba.
Como la tarjeta de Lobo.
—¿Qué pasó con tú móvil? He estado llamándote pero me contesta un hombre diciéndome que no te conoce y que le dejase en paz, estuve a punto de llamar a la policía.
Reí tras lo último que dijo.
—Es un imbécil que me robó el móvil hace unos días. Encima hoy me lo he encontrado en el tren —escupí con cierto odio.
—¿Y qué hiciste? —preguntó emocionado por la historia.
—Le insulté...
Bajé la mirada mientras jugaba con la piel de mis dedos notando sobre mí los ojos de mi hermano atento.
—Eso es muy propio de ti.
Sonreí por su respuesta.
—Ya sé —eché la espalda hacia atrás chocando con el respaldo de la silla—. Ah, y le robé una tarjeta de la biblioteca.
—Wow. Que rebelde eres —exclamó en un falso asombro.
Fruncí el ceño de una manera exagerada haciendo que la sonrisa burlona de mi hermano se abriese más.
—Que te den —bromeé—. Aunque no parece ser suyo, ya que el nombre es el de una chica.
—Encima robas mal.
—Te repito...
—Que te den —repetimos al unísono.
Soltamos una leve carcajada a la vez.
Y por una vez en mucho tiempo me sentí plena, completa. Como si nada me faltase en aquel instante.
Mi padre siempre me contaba que desde muy pequeña tuve todo lo que necesitaba, incluso algunas veces más de lo que quería. Y según él es por eso por lo que nunca me faltó nada. Con el tiempo descubrí que todas aquellas cosas materiales que ocupaban mi vida desaparecían, y no digo que se me perdiese ni nada de eso, sino que cada vez le daba menos importancia. Como si no estuviesen ahí aunque pudiese verlo con mis ojos. Nunca aprecié lo que era recibir un abrazo o simplemente el hecho de escuchar una risa de alguien a quien quieres.
Al fin y al cabo, de estas cosas te das cuenta de que nada sirve tener miles de cosas materiales cuando te falta lo más esencial.
El amor.
—¿Y qué nombre pone? Quizá sea su novia y esté como una loca buscándolo.
De repente lo pensé. ¿Y si realmente tenía novia? O podría ser su hermana, quizá su madre...Pero por el hecho de pensar que tuviese pareja algo en mí cambió con rapidez, podría haber sido desilusión o simplemente extrañeza por lo llena de curiosidad que estaba.
Negué un par de veces quitándome esa idea de la cabeza.
—Sino recuerdo mal, ponía Clara González.
Mi hermano de un momento a otro pasó a tener la cara blanca, tan pálida que me llegué a asustar. Sus ojos se abrieron de par en par cuando terminé de mencionar el nombre, como si por un momento hubiese dicho el nombre del mismísimo diablo. Vi como intentaba hablar pero las palabras no le salían, se había quedado en shock.
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La ecuación de Lobo
RomanceÁgata no sabía qué era estar sola. Lobo no sabía qué era estar acompañado. Ágata temía la soledad. Lobo temía la compañía. Ágata vivía escondida de su pasado. Lobo seguía en pie gracias al pasado de Ágata. Ambos se destruyeron de la forma más bonita...