Adrián VIII

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Alejarse.

Que bien sonaba esa palabra.

Pero cuánto dolía cuando era de la persona que más amabas.

Alejarse.

No sentir nada.

Vacío.

Había vuelto para destrozarme más.

Para recordarme aquel día.

Pero para qué vamos a mentirnos.

Seguía enamorado tanto de ella que deseaba arrancarme el corazón para no sentir nada.

Su olor a jazmín seguía instalado en lo más profundo de mí.

Pero que mala suerte la mía, que por mucho que me arrancase el corazón, el alma seguía en pie.

Y es que aunque aquella pequeña rubia se hubiera llevado desde aquel momento una pequeña parte de ella tras su partida, con solo mirar los ojos brillantes como la luna de la morena no me importaba seguir respirando sin ese pedazo de alma que me faltaba.

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora