Prólogo

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—Pero tú lo dijiste. Dijiste que me ibas a herir.

—Pero el deseo de quererte y tenerte a mi lado es mayor que cualquier otra cosa. Ahora dime tú, ¿qué quieres de mí?

Me quedé sin palabras por unos segundos apenas era consciente de la cantidad de emociones que estaban entrando en mí. Estive perpleja durante unos segundos al observar que el brillo en los ojos de Lobo no desaparecía.

—Quiero absolutamente todo. Contigo me siento libre de verdad, me he sentido atrapada por mi madre durante estos años y has llegado tú. Quiero que te quedes conmigo.

Volví a mirarlo, esta vez con algo más de miedo que otras veces, quizá por no saber cómo se tomaría la sinceridad de mis palabras. Pero por una vez en la vida, no me arrepentí de contar cómo me sentí, de todo lo que guardaba. Porque no siempre guardamos rencor, odio o rabia... A veces también podemos guardar deseo, amor y cariño. Y justo en ese instante lo expulsé todo.

Sus manos se unieron a la mías y nuestros dedos comenzaron a jugar entre ellos.

—Tal vez sea por la forma en la que me miras, por cómo me tratas o por cómo simplemente eres. Pero una vez oí hablar de un amor que llega solo una vez en la vida, y Ágata estoy seguro de que tú eres ese amor. Tú mandas, cariño... ¿Me dejas quererte?

Asentí segura de mi respuesta sintiendo todo mi cuerpo temblar. La zona baja de mi vientre no paraba de enviarme fuerte corriente de electricidad. Malditas hormonas. Mi cuerpo se asomó más al suyo y a consecuencia de ello alcé más la cabeza para observarlo mejor. Su ojos oscuros se centraban solo en los míos y deseé estar todo una vida así.

—¿Y tú?

—Toda una eternidad si hiciera falta.

Y ahí supimos que la cuenta atrás se puso en marcha.

Una cuenta atrás que apenas no éramos conscientes de cuándo iba a explotar, pero sabíamos que iba a explotar, que iba a doler y que no había vuelta atrás. Sólo nos quedaba disfrutar, conocernos y conocer cuál era el verdadero sentido del amor, porque algo tan recíproco e intenso tenía que vivirse como si fuera el último día.

Y ahí me percaté de que el brillo de nuestros ojos ya tenían dueños.

23:56

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora