Desasosiego.

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Intranquilidad o falta de sosiego.

Domingo, 14 de junio.

22:22

No supe durante cuánto tiempo estuve andando de un lado para otro tratando de reordenar todo los cables que estaban en mi cabeza. De repente, todo aquello por lo que luchaba por saber, deseaba de alguna manera no haberlo sabido ahora, cuando mejor me encontraba. Era consciente de que en algún momento de vida lo hubiera descubierto, pero no me esperaba que fuera de esta manera.

Que fuera Enrique quien me lo contara, que mis padres me estuvieran ocultando tanto, que Lobo o mejor dicho Adrián lo estuvo escondiendo durante todo este tiempo. Mi cabeza no paraba de dar vueltas mientras que mis pies seguían pasos invisibles por la calzada. ¿Por qué me sentía perdida cuando ya encontré lo que quería? La imagen de Adrián se me vino a la cabeza y no era capaz de recordar absolutamente nada del pasado, era imposible. Era doloroso pensar que en todo este tiempo sí me conocía, sí conocía mis miedos, mi pasado, mi dolor... ¿Por qué lo ocultó? ¿Por qué no se atrevió a contarlo?

Mi pecho dolía cada vez más y era inexplicable cómo costaba coger aire cuando se me olvidaba respirar. Ya había pasado un par de horas desde que Enrique se fue, me dejó claro que podía contar con él para lo que fuera y que por favor no me enfadara con él, obviamente le contesté que no tenía la culpa.

Nadie la tenía.

Simplemente lo hicieron para salvarme, sin saber que eso me podía destruir.

Tomé el móvil, hacia ya varios días que no hablaba con Adrián, la última vez me dijo que no le apetecía salir, estaba cansado. Lo dejé estar, aunque ya llevara varios días así y eso me preocupara. No sabía ni siquiera cómo mirarle a la cara después de todo lo que estaba pasando, después de saber que fuimos algo en el pasado.

Paré en seco, sabía que estaba haciendo bien andando por las calles dándole miles de vueltas en mi cabeza a todo esto. Pensé en mi padre, quizá estaría descansando en casa o en el cementerio con mi madre, pero no fue algo que me preocupara, ya hablaría con él más adelante. Quería buscar a Adrián y era justo lo que necesitaba en ese momento, por lo que tomé las riendas y emprendí mi camino para buscarlo y poder hablar con él de todo.

22:43

Estaba perdida.

Había andado tanto que ni siquiera mis piernas me hacían caso. Me senté en uno de los bancos que encontré justo enfrente de la playa, en el paseo marítimo de Valencia. Teniendo un suspiro de esperanza, llamé por segunda a vez a Adrián, pero de nuevo su teléfono estaba apagado y siento mi mente la partícipe de la situación me esperé lo peor.

No podía soportar algo así.

No sería capaz de hacerlo.

Eso último me alarmó por completo. Por lo que me levanté y seguí mi camino pero esta vez con mayor nerviosismo en mi cuerpo. El viento chocaba con fuerza y eso se agradecía porque estaba pasando tanta calor que hasta el sudor a esas horas de la noche caían desmesuradamente. No quería rendirme, de verdad que no, pero tenía tanto miedo que no quería seguir.

Cuando mis piernas comenzaron a temblar visualicé una figura masculina cerca de la rotonda del Emisario de Vera. Mi corazón dio un vuelco cuando reconocí el cuerpo de Adrián.

Me mordí el labio con indecisión, pero tenía que hacerlo, no podía dejar las cosas así. Por lo que me armé de valor y llegué hacia él, que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Sus manos se mantenían sujetando la cabeza que miraba al suelo con cansancio. El sonido de las olas chocando era suficiente para que ni los pasos que diera se escuchará que estaba ahí.

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora