Lo estaba sintiendo de nuevo.
No eran mariposas en el estómago.
Estaba seguro de eso.
Era la paz. La tranquilidad. La serenidad.
Todo lo que era capaz de darme sin yo pedírselo.
No quería sentir de nuevo.
No quería hacerle daño.
No quería hacerme daño.
Pero si la quería a ella.
A veces me cuesta tanto seguir con mi propia vida, que creía que me iba a quedar para siempre solo. Y es que al fin y al cabo vaya paradoja, que vivía enamorado de mi propia soledad y me acostumbré tanto a ella, que apenas le tengo miedo.
Pedía al destino una señal más que no me dejase caer, hundirme y ahogarme.
Y me envió a ella.
Pero no quería tener más heridas.
No quería esconder más cicatrices.
No quería volver a caer.
Pero por ella lo volví a hacer.
¿Por qué el amor dolía tanto?
Me recosté en la cama sintiendo de nuevo mis lágrimas caer sobre mis mejillas, ¿hasta cuando pararía de llorar? Cerré los ojos y deseé no salir de la cama durante un buen rato.
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La ecuación de Lobo
RomanceÁgata no sabía qué era estar sola. Lobo no sabía qué era estar acompañado. Ágata temía la soledad. Lobo temía la compañía. Ágata vivía escondida de su pasado. Lobo seguía en pie gracias al pasado de Ágata. Ambos se destruyeron de la forma más bonita...