Enfado.

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Sentimiento de disgusto y mala disposición hacia una persona o cosa,
generalmente a causa de algo que contraría o perjudica.

Miércoles, 11 de febrero.

22:22

El sonido de mis zapatos chocando contra el frío suelo de las calles de Valencia hacían eco a medida que los segundos pasaban.

Sobé con dureza mi cuello, estar tantas horas atendiendo a los clientes no era algo que me disgustase, al contrario, me gustaba ver los rostros de cada personas, cómo sus ojos se mueven alrededor de la cafetería y los cerraban para aspirar el amargo olor del café recién hecho. Pero tanto tiempo de pie, era algo que me mataba.

Mi padre decía que cuando apenas tenía siete años ya sabía hacer cualquier tipo de café a la perfección.

Capuchino.

Expresso.

Café Latte.

Americano.

Él se quedaba asombrado al ver cómo tenía la habilidad de saber hacer esas cosas con tan poca edad. Pero no mentía que montar mi propia cafetería era un sueño que tenía desde pequeña. Por desgracia no tenía muchos recuerdos de eso, apenas consigo tener memoria gracias a las historias que me cuentan mi padre o mi hermano, que parecen tener mejor memoria que yo.

Observé algunos coches pasar a mi lado, dejándome con un vacío intenso. Agarré mi abrigo con más fuerza al notar que una fuerte brisa de enero chocó en mi cara sin permiso.

—Joder, que frío —susurré notando salir el vaho de mi boca.

Valencia me parecía preciosa, desde las tiendas que podías encontrar en cada esquina hasta las personas pasando de un lugar a otro buscando un sitio donde sentarse. La cafetería estaba justo al lado de la plaza de la estación del Cabañal, tenía bastante suerte con eso ya que se encontraba cerca del puerto marítimo. Y decía suerte porque amaba la playa, el mar, las olas... Y eso me recordó a mis padres.

Cuando se separaron, me fui a vivir con mi padre, y no porque tuviese la cafetería y pudiese ayudarle. Sino porque sentía con él un cariño más grande que con cualquier otra persona.

Aunque mi memoria no fuese la mejor aliada, de lo poco que podía recordar, mi padre me ayudó en muchas ocasiones, que si me hubiesen tocado vivir sola, no sabría que hubiese sido de mi.

Después de unos años, mi madre, tomó la decisión de que me quedase con ella junto con mi hermano para estar más segura, en Sagunto, aunque por mi parte ya sabía que la respuesta iba a ser que no.

Prefería quedarme con mi padre a estar con ella, aunque por suerte seguía de mi lado Alejandro, mi hermano, aunque con el tiempo él tuvo que quedarse aunque no quisiese en Sagunto...Mejor dejémoslo ahí.

Con algo de ahorros y mucho trabajo, conseguí tener dinero suficiente para poder salir de Sagunto y quedarme con mi padre. Y aunque solamente llevase dos semanas en Valencia con él, ya me sentía como en casa.

Aunque algo que me faltaba añadir era otra de las razones por las que volví a Valencia.

Para recuperar mi pasado.

Para saber la verdad de lo que me ocurrió.

Para descubrir qué me estaban ocultando.

Cuando ya cumplí dieciséis años, ocurrió un percance que apenas podía rememorar y eso fue lo que me obligó a volver a vivir con mi madre. Sólo recordaba la figura de mis padres y yo recostada en la camilla del hospital. Sin explicación o alguna otra cosa que me hiciese saber que me había ocurrido. Diciéndolo así sonaba más extraño de lo normal, pero era algo que ni yo misma podía explicar con claridad.

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora