Impresión en el ánimo que alguien o algo causa a una persona, especialmente por alguna cualidad extraordinaria o por ser inesperado.
Lunes, 8 de junio.
19:00
Recogí algunos folios que se cayeron de mi escritorio pensando qué hacer después de todo lo que estaba pasando. Llevaba varios días con el ánimo por los suelos pero a la vez el vacío que se acumulaba en mi pecho desaparecía con el paso de los minutos y eso era algo satisfactorio para mí. Después de mucho tiempo me animé a mirar algunas facultades donde dieran Filosofía por Valencia y para mi suerte había una en la facultad de filosofía y ciencias de la educación. Supe desde ese momento que tenía la oportunidad de hacerlo pero se me hacía complicado al saber que tenía la cafetería por delante, es por ello por lo que tenía tantos folios sobre la mesa porque una de mis extrañas manías eran hacer listas de pros y contras y digamos que haberla hecho después mucho tiempo resulto estresante.
Aún así no descartaba la idea de entrar de nuevo en la universidad. Aunque me percaté que no pasaba nada por no tener un título universitario, quiero decir, hay muchas opciones más a las que podía optar que no fuera una carrera como por ejemplo algún grado superior que me gustase. Pero para ello necesitaba más tiempo para centrar mis ideas y justo ese día era lo que menos tenía.
—Por dios, esto parece un basurero de papeles —comentó mi hermano mientras entraba a mi habitación.
Tras la muerte de nuestra madre, Alejandro decidió venir a vivir en casa de mi padre junto a mí. Casi me emocioné al saberlo, tener de nuevo a mi hermano conmigo sin miedo o temor a nada era una especie de libertad que muy pocas veces presencié. Seguía yendo a la psicóloga y eso no quería decir que estuviera del todo sano, esto iba poco a poco y con mucha paciencia. Pero era consciente de que lo estaba consiguiendo.
—Ya sabes que cada vez que pongo a mirar carreras esto se hace un remolino de folios.
—¿Has encontrado alguna que te guste?
La muerte de nuestra madre nos afectó y se pudo observar en la manera en la que nos mirábamos, porque algo de lo que me gustaba de la relación con Alejandro es que ambos sin hablar nos entendíamos a la perfección. Ambos nos pasamos todas estas noches anterior juntos, sin separarnos como si fuéramos uña y carne. Aunque realmente lo éramos.
—Esta filosofía, ya sabes que desde siempre he querido hacerla. Pero tendría que hacer de nuevo la selectividad y se me ponen los pelos de punta de soplo recordarlo.
Escuché la risa de mi hermano mientras estiraba mi espalda. Apenas eran las siete de la tarde y ya estaba muerta de sueño.
—Anda ya, mucho miedo pero después lo acabas consiguiendo. No se me olvida el día que estudiaste el mito de la caverna una hora antes del examen y sacaste un diez.
—Ya ni lo recuerdo —sonreí a su dirección.
—Fue hace mucho —se encogió de hombros—. Por cierto, papá me ha dicho que tenemos que recoger el baúl de su cuarto con todos los vídeos y fotos. Al parecer le está ocupando mucho espacio y dice que tiremos aquellos vídeos que no sirvan o no se vean.
Asentí un par de veces.
—Bien, pues hagámoslo.
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La ecuación de Lobo
RomanceÁgata no sabía qué era estar sola. Lobo no sabía qué era estar acompañado. Ágata temía la soledad. Lobo temía la compañía. Ágata vivía escondida de su pasado. Lobo seguía en pie gracias al pasado de Ágata. Ambos se destruyeron de la forma más bonita...