Los seres humanos somos tan crueles con nosotros mismos que no nos hace falta alguien que nos recuerde las cosas malas que hemos hecho durante toda nuestra vida, para eso estamos nosotros, para herirnos, abrir cada una de las heridas...Pero que curioso, ¿no? Que después de destrozarte tienes que lamer cada una de tus heridas, esas mismas que has provocado tú o alguien más.
Mi cuerpo se encontraba repleto de una colección de cicatrices indoloras físicamente pero mentalmente eran como mismísimas dagas. Se cubrían con la ropa, la piel y el alma. Capa por capa.
Porque al final estamos formados por capas de cada experiencia, dolor y lágrima. Cada capa se convierte en una parte más de ti y tienes que aprender a vivir con ella, el problema está en cuando te pasas toda la vida intentando deshacerte de esa capa y únicamente consigues hacerte más y más daño.
Comprendí que en la vida no siempre todo sale como esperabas y quizá esa es la señal que necesitas recibir para saber que no deben de seguir por ese camino, pero era tan caprichoso que no quise parar, aunque la cicatriz se abriera, aunque se formaran nuevas capas y me ahogara tanto en las lágrimas que aprendí a nadar entre ellas.
Maldita sea, mi mente era más ágil que yo.
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La ecuación de Lobo
RomantikÁgata no sabía qué era estar sola. Lobo no sabía qué era estar acompañado. Ágata temía la soledad. Lobo temía la compañía. Ágata vivía escondida de su pasado. Lobo seguía en pie gracias al pasado de Ágata. Ambos se destruyeron de la forma más bonita...
