Adrián III

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Llevaba horas mirando el reloj, viendo pasar las horas mientras yo me quedaba ahí, estático en la cama.

Mirando el techo.

El techo mirándome a mí.

Las lágrimas secas sobre mis mejillas me molestaban.

Pero ya estaba acostumbrado.

Volví a sentir un nudo en la garganta.

No podía respirar.

Sentía que iba a morir.

Me levanto, esquivando toda la suciedad que había en el suelo.

—Quizá mañana lo limpie.

Siempre decía lo mismo, nunca lo hacia.

Justo a mi derecha un espejo colgaba de la pared.

Miré algunos cristales rotos que permanecían en el lavabo.

No iba a hacerlo.

Miré mi reflejo.

Me odiaba, me odiaba tanto que era incapaz de ser feliz.

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora