Llevaba horas mirando el reloj, viendo pasar las horas mientras yo me quedaba ahí, estático en la cama.
Mirando el techo.
El techo mirándome a mí.
Las lágrimas secas sobre mis mejillas me molestaban.
Pero ya estaba acostumbrado.
Volví a sentir un nudo en la garganta.
No podía respirar.
Sentía que iba a morir.
Me levanto, esquivando toda la suciedad que había en el suelo.
—Quizá mañana lo limpie.
Siempre decía lo mismo, nunca lo hacia.
Justo a mi derecha un espejo colgaba de la pared.
Miré algunos cristales rotos que permanecían en el lavabo.
No iba a hacerlo.
Miré mi reflejo.
Me odiaba, me odiaba tanto que era incapaz de ser feliz.
ESTÁS LEYENDO
La ecuación de Lobo
RomanceÁgata no sabía qué era estar sola. Lobo no sabía qué era estar acompañado. Ágata temía la soledad. Lobo temía la compañía. Ágata vivía escondida de su pasado. Lobo seguía en pie gracias al pasado de Ágata. Ambos se destruyeron de la forma más bonita...