Adrián XXI

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¿Cómo le explicaba que era el amor de mi vida?

¿Cómo le explicaba que no necesitaba a nadie más?

¿Cómo le explicaba que éramos muy jóvenes para adentrarnos en el profundo pozo del amor?

¿Cómo le explicaba que cuando la miraba se convertía en la luna para los lobos?

No podía olvidarla, era imposible.

Y es que cuando encuentras los ojos de alguien que se ha llevado tú corazón sin pedir permiso, es cuando realmente te ves flotando. Porque no hay mayor confianza que entregar lo que más miedo tienes de compartir.

Pestañeaba y ya no se me saltaban las lágrimas.

El dolor estaba desapareciendo.

La maldita costumbre de estar perdido se convirtió en una piedra diminuta en el camino.

Porque cuando la tenía a mi lado, me estaba encontrando.

La estaba encontrando.

Nos estaba encontrando.

Pero tenía claro que el proceso de sanar también tenía recaídas, y temía por ese momento, aunque fuera algo por lo que tuviera que pasar.

La ecuación de LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora