15. Juegos malvados

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Callie Torres.

- Callie, ¡debes venir! Sabes que papá te echa de menos. - Escuché la voz de Elena tratando de regañarme a través de la línea.

- No puedo ir, ¿tienes idea de lo ocupada que estoy?

- Conoces su condición, y no ha venido en meses.

- Elena, por favor. No es fácil para mí, y lo sabes. -

- Necesitas aprender a lidiar con esto Callie, nosotros lo hicimos y tú también puedes.

- ¡No puedo!

- Puedes, cállate. Y ven este fin de semana, vamos a tener su fiesta de cumpleaños, y estoy segura de que le gustaría tenerte aquí.

Respiré hondo tratando de calmarme. Han pasado meses desde que los vi, no es que no tuviera ganas de estar con mi familia. Pero fue un poco complicado estar con ellos, y además, tenía muchos compromisos de los que ocuparme, lo cual fue una buena táctica para huir de estas reuniones. Pero aparentemente, esta vez no escaparía, Elena estaba decidida a hacerme ir.

- Creo que está bien. Tal vez aparezca allí el fin de semana. - Dije renunciando a su insistencia.

- Piénsalo o no. Pero vamos. Haré tu pastel favorito.

Sonreí cuando recordé lo cercanas que éramos Elena y yo, aunque más joven, mi hermana conocía muy bien la vida. Ella siempre ha sido una chica madura y centrada.

- ¿De verdad lo vas a hacer? - Pregunté sonriendo

- Sí, te extraño Callie. - Su tono de voz fue melancólico, causándome un apretón en el pecho, extrañando estar con ella.

- Yo también te extraño un poco. - Escuché su respiración al otro lado de la línea, con ritmo y calma - Necesito irme, ¿de acuerdo? Puedes llamarme cuando quieras.

- Muy bien, te esperaré aquí este fin de semana.

- Que tengas una buena noche, Elena.

- Buenas noches, Call - sonreí mientras recuerdo cómo solía llamarme.

Colgué la llamada, dejando el dispositivo a un lado. Las llamadas o reuniones con mi familia siempre me hacían un poco melancólica. Lo que odiaba, era complicado sentirme tan frágil, no era mi naturaleza, ya no más. Cerré los ojos apoyada en la tapicería de mi silla, tratando de hacer que los músculos de mi cuerpo se relajaran, lo que no sucedió.

En ese momento ya estaba sola en el edificio, solo los ruidos de los coches y el tráfico ocupado en Las Vegas llenaron mi oficina en ese momento. Me levanté, sirviéndome una copa de whisky, mi compañero de diario, caminando hasta la enorme ventana en la que podía tener una hermosa vista de la ciudad completamente iluminada esa noche.

En ciertos momentos podía sentirme sola y pensar que es malo. Pero en otros la soledad estaba llena de la calma que me hizo tan bien, fue reconfortante decir lo menos sentirme fuera del mundo donde tienes tantos problemas y deberes. A veces solo necesitaba olvidar quién era o quién sería.

"Oh Dios Callie, estás demasiado sola" - Pensé tomando un sorbo de mi whisky.

Miré el reloj, viendo que ya era hora de salir y perderme unas horas en el cuerpo de la mujer que más quería.

En menos de media hora ya estaba estacionando mi coche en el garaje de Imperium. Arreglando algunos detalles sobre mí, me puse mi abrigo y me dirigí hacia el edificio.

Y por el amor de Dios, ¿ese lugar siempre estaba lleno? La multitud de personas en fila para comprar las entradas era enorme, pero como en cierto prestigio y conocimiento, entré sin tener que esperar.

The Night DancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora