25. Que me jodan

905 46 10
                                    


Callie Torres.

El camino de regreso sería largo, pero esta vez no me importaría. Nada cambiaría mi estado de ánimo ese día.

Absolutamente nada.

Pensé cuando miré a Arizona sentada a mi lado, la mujer parecía estar más cansada que nunca. No fue por nada, por supuesto. Nuestras últimas horas habían estado más ocupadas de lo habitual.

Sonreí mientras recordaba nuestros momentos juntas dentro de esa habitación. Cada detalle fue grabado en mi mente, como una película. Escenas y más escenas se repetían constantemente causándome sonrisas estúpidas.

"Oh, cielos, Callie, no seas tonta". - Me susurré a mí misma negándolo con la cabeza.

Arizona se movió en el asiento del coche con el ruido que me encargué de detenerme. La rubia durmió serenamente apoyada en la ventana junto a ella. A veces se quejaba inconscientemente del balanceo del vehículo.

Arreglé un pequeño revuelo de su cabello, haciendo que soltara un respirar hondo. Tenía rasgos tan delicados, casi dibujados a mano. Sus labios estaban modelados por dioses, rosados y delgados. Una rubia con cuerpo y rasgos perfectos, que fue tan atractiva para mí.

Tiré cuidadosamente de su cuerpo hacia el mío, evitando que se despertara. Y con instinto, Arizona se acurrucó en mis brazos rápidamente, estableciéndose de la mejor manera posible. El clima era frío, pero yo la calentaría. Tomé mi abrigo cubriendo a la mujer que casi temblaba de frío. Deposité un pequeño beso encima de su cabeza en forma de afecto y lentamente deslicé mis manos sobre su espalda. Fue bueno tenerla así, Arizona era el tipo de mujer que necesitaba ser cuidada, amada y deseada todos los días. Y yo podría ser la persona que le ofreciera todo esto.

A través del espejo pude ver a Alfredo mirándonos fijamente con una sonrisa de que entendía todo allí. Sería testigo de muchas cosas, como siempre lo ha sido. Pero confié en Alfredo, han pasado años desde que estuvo conmigo, y él nunca me había decepcionado.

- Si se lo dices a alguien, te pondré en la calle.

Hablé sonriendo al caballero que se rió débilmente.

- No se lo diré a nadie, señora. Estoy feliz por ti.

- ¿Lo estás? - Pregunté confundida.

- Sí, siempre supe que esto terminaría así.

- ¿Cómo? ¿Y por qué? - Hablé en voz baja para que Arizona no se despertara.

- Solo lo sabía. Las miradas son suficientes para darse cuenta de lo que pasa, señora. Y si se me permite decirlo, tu mirada a esta chica fue diferente desde el principio.

- ¿Soy tan obvia? - Pregunté confundida.

- No, solo la miras con ojos de amor. -

No dije nada.

¿Era tan obvio? No quería enamorarme, no debería. No me enamoraría.

¿Por qué tenía que hacerme esto? Pensé mirando a Arizona, ella no tenía idea de cuánta confusión mental tenía. La quería. ¿Pero qué pasaba con el resto? ¿La empresa y todos los demás?

Me encantó esa forma dulce, la sonrisa con la lengua entre los dientes, pero al mismo tiempo me encantó la forma decidida y atractiva. Esa mujer era admirable, su belleza, su inteligencia era inconfundible. Un día vería Arizona frente a un gran proyecto. Tomar decisiones la haría una buena empresaria, estaba segura de que lo sería. Pero... ¿qué pasa con Brooke? Todavía era propietaria de mis deseos, mis deseos que acababa de compartir con la rubia en mis brazos.

The Night DancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora