Vals Para Zizi ~ Adagio

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Lo poco que quedaba de la confianza de Henry se desvanecía en el aire con cada tic-toc del reloj. Había demasiado en juego, demasiado que perder. Caminó de un lado a otro en su sala de estar tratando de sacudirse su nerviosismo. Cuando eso fracasó miserablemente, se comprometió a revisar el discurso por décima vez ese día.

Eligió su lugar habitual en el otomano para repasarlo todo, practicando el tiempo y el tono en su cabeza. Una de las pocas cosas que Jabin Geber le había enseñado era que, cuando se trata de discursos, las personas pueden olvidar lo que realmente les dijiste, pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir, así que siempre esfuérzate por hacer que los sentimientos que necesites transmitir lleguen primero, contenido segundo.

Apropiado, dado que Henry rara vez recordaba lo que Jabin le decía, pero podía recordar lo miserable que siempre hacía sentirlo.

Mientras el reloj continuaba su implacable marcha, Zizi no estaba a la vista. Un efecto secundario de su medicamento es que le hacia perder la noción del tiempo y se perdía haciendo las cosas más tontas posibles, perdiendo el tiempo de Henry en el proceso, lo cual, si hubiera sido otra persona, la habría puesto directamente en su lista negra.

Con una respiración profunda para reprimir su molestia, Henry arrojó el discurso a un lado y fue a buscarla en el único lugar donde podía estar.

Cuando no estaba ocupada durmiendo, Zizi pasaba la mayor parte de sus días en el ático, modificado para que le sirviera de taller para pintar y dibujar. Era la habitación más fea de la mansión, al menos según Henry. Las paredes blancas brillaban casi enfermizamente en todos los flancos, lo que generalmente le producía dolor de cabeza a Henry. Pequeños estantes cubrían las paredes, cada uno lleno de latas de pintura, pinceles, lienzos de todos los tamaños, cuchillos, esponjas y otras cosas que, por lo que Henry sabía, no pertenecían a un estudio de arte.

Jennifer estaba sentada en un pequeño taburete en la esquina hojeando una revista para adolescentes y ocasionalmente echando un vistazo al centro de la habitación donde Zizi estaba sentada frente a un caballete. Su pincel se mojaba en una pequeña tina de tinta a su lado cada pocos segundos. Cada trazo en el lienzo coincidía con la melodía de una canción alegre y agradable que salía de una pequeña radio roja escondida en un rincón de la habitación, justo al lado de Jennifer.

Cuando Zizi pintaba, su mundo era ese lienzo. La casa podría estar incendiada y ella ni siquiera se movería de su asiento. Cada trazo, cada mancha, cada línea, era cuidadosamente ejecutada con precisión quirúrgica. Su cabeza, ligeramente inclinada hacia la derecha, hacía que su cabello se metiera dentro de su mono, que era un poco demasiado grande para su tamaño.

Aunque Henry despreciaba la habitación, le encantaba ver pintar a Zizi. Le encantaba que su boca se moviera con la música, y cómo sus cálidos ojos se llenaban de fría determinación al planificar el siguiente trazo, sin mencionar cómo su suave rostro se torcía en una mueca pensativa al decidir qué parte pintaría a continuación.

Para Henry, ella era la verdadera obra de arte en la habitación. Lamentablemente, no tenia tiempo de admirarla. El tiempo no esperaba a nadie, ni siquiera a él.

Henry hizo un gesto con la mano hacia Jennifer, quien se levantó de mala gana para apagar la radio. Esa era la única forma conocida de hacer que Zizi volviera a la realidad, ya que podía perderse tanto en la música como en la pintura. Miró con desdén hacia la radio, enojada por la repentina pérdida de inspiración, mirándolo a los ojos a Henry en el proceso. Sus mejillas se sonrojaron de un rojo intenso cuando lo vio en la habitación. Era raro tener a Henry en el taller, dado que lo odiaba.

—Hola, cariño... no te vi allí. ¿Es hora de irnos? —preguntó Zizi, rescatando su cabello fuera del overol.

Colocó su brocha en una taza blanca en el piso, salpicando accidentalmente algunas gotas negras alrededor. No es que importara, ya que el suelo ya estaba manchado con los fantasmas de las pinturas pasadas. —Lo siento. Quería terminar esta pieza hoy, mientras tengo algo de claridad.

Un Beso De Ensueño - Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora