El Blues Del Vagabundo ~ Anacrusis

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—No lo sé, Mur. Pense que seria peor. Me siento bien. Estabas exagerando antes, ¿verdad, osita?

—Sí, cariño —dijo Zizi, dándole su sonrisa más cálida.

Se veía igual que cuando se conocieron: una joven de 17 años en la flor de su juventud con estrellas en los ojos y saltando a cada paso. Zizi acarició lentamente su frente, pero por extraño que fuera, él no podía sentir su calor; lo único que sintió fue un tinte de electricidad corriendo por su piel.

No importaba, Zizi estaba con él otra vez.

¿Se había ido realmente? ¿Por qué había estado tan triste últimamente? Henry sintió que debe haber estado loco por un segundo, ya que Zizi estaba con el.

—Ahora que lo recuerdo, osita, te debo un baile. ¿Recuerdas, en la fiesta? Querías bailar.

...H...N...

Zizi le dio la más pequeña de las sonrisas con sus labios carnosos y brillantes, asintiendo levemente mientras inclinaba la cabeza hacia la derecha. —Por supuesto que lo recuerdo. Me encantaría bailar. Me gustaría bailar la canción que sonaba la primera vez que nos conocimos. ¿Recuerdas cómo bailamos toda la noche, aquel dia de diciembre?

¿Cómo podría olvidarlo? Fue la canción perfecta para la noche perfecta.

...EN...Y...

—A Kiss to Build a Dream On —de Louis Armstrong empezó a sonar suavemente de fondo deforma espectral, la primera canción que bailó con Zizi. Ella le dedicó una sonrisa juguetonamente seductora mientras retrocede un par de pasos, alborotando el dobladillo de su vestido. Literalmente se veía igual que el día que la conoció.

Quería levantarse, abrazar esa figura nostálgica que tanto lo entristecía por alguna razón, pero en cuanto lo intentó, fue empujado hacia abajo por una fuerza desconocida. Sintió una presión en el pecho que lo inmovilizó contra la mesa.

¡H... RY!

Trató de luchar contra dicha fuerza, golpeándo y gritando, empujando con todas sus fuerzas, sin éxito. De repente, sintió como si el mismo fuego corriera por sus venas, tirando de su pecho como una caña de pescar.

—Creo que nuestro tiempo aquí se acabó, cariño —dijo la sonriente Zizi.

Una voz atravesó el dolor antes de que Henry pudiera decir algo. Eso, y mucha agua.

—¡Enrique!

Murray estaba repentinamente a su lado, sujetándolo con todo su peso.

—Henry, ¿puedes oírme? —Murray le gritó en la cara, salpicando saliva por todas partes—. ¡Despierta, gordo bastardo!

—Jesús Cristo, Mur —dijo Henry, empujándolo—. No soy sordo, ni resistente al agua.

—¿Qué diablos quieres decir con 'no soy sordo'? Te fuiste volando, carnal. ¡Tuve que bombear la bolsa de fórmula para diluir la droga!

De ahí venía la sensación de ardor. Henry se vio conectado a un tubo que conducía a una bolsa intravenosa con una solución transparente. Uno que había visto innumerables veces en el trabajo. Eso, y el repentino dolor de cabeza le dieron una idea clara de lo que estaba pasando.

Pero eso no podía ser. ¿Por qué lo haría?

Miró donde estaba Zizi hace unos segundos. Ella todavía estaba allí, pero sus rasgos eran borrosos y difusos. Era casi transparente.

A medida que la neblina y el dolor desaparecieron, los recuerdos llegaron a raudales.

El accidente. El luto. El regalo del presidente.

Un Beso De Ensueño - Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora