El Fandango Mortal ~ Palmas

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Almizcle. Moho. Confinamiento. Un olor fétido a queso viejo sobre pepinillos encurtidos para hamburguesas en mal estado. El único lugar que podía oler como el cubo de basura detrás de un local de comida rápida sobre ruedas era el asiento trasero del auto de Frankie.

Graham se despertó por etapas. Primero, escuchó el ruido sordo de las ruedas, seguido por el balanceo del auto que lo zarandeaba de izquierda a derecha. Luego, el olor. Tan invasivo. Seguido la luz, que se encendía y apagaba mientras el coche pasaba bajo las farolas que se hacian ver como un pulso naranja a través de sus párpados cerrados.

Inmediatamente sintió todo el peso de su dolor carle encima de un solo golpe. El peor dolor fue su nariz fracturada. La única manera de describir ese dolor sería aplastante; una masa de carne que seguía apretando su rostro, como si su nariz hubiera sido reemplazada por una bola de boliche. Los dedos que le faltaban estaban fuertemente vendados y sólo el pulsar de cada latido le recordaba las extremidades que le faltaban.

Un gemido escapó de sus labios resecos mientras se movía hacia una posición más cómoda.

—Está despierto —dijo una voz nasal desde el asiento delantero. Kenny.

Graham sintió una pesada palma golpear su pecho, inmovilizándolo contra el asiento. Boris estaba sentado a su lado, tan fuerte como una montaña.

—No te hagas el heroe —comentó Kenny. —Bajale dos. Sólo te estoy llevando a dar un paseo.

Aunque acababa de despertar, Graham podía sentir la tensión en el coche: húmeda y espesa, una tensión que podía cortarse con un cuchillo. Sorprendentemente, el que estaba más tenso era Frankie, que conducía el coche con los brazos extendidos de forma antinatural. A Graham no se le escapó que fue Frankie quien le suplicó a Kenny que pusiera fin a su tortura. Después de todo, era como un padre para Graham.

Nadie habló, ni siquiera un pío. El auto siguió circulando por un rato en un vecindario que Graham no pudo reconocer. Definitivamente era la parte buena de la ciudad. Por el tipo de casas de ladrillo, podría deducir Cambridge o incluso Sommerville. No podía pensar con claridad. Lo único que tenía en mente era el dolor y la sensación inequívoca de estar completamente jodido. Eso, y una voz en el fondo de su cabeza gritándole que escapara. Pero ¿escapar adónde?

Lamentablemente, su plan de escape nunca salió de la fase conceptual cuando el automóvil se detuvo en el camino de entrada de una hermosa casa colonial. La mampostería descolorida mezclada con la nieve y el brillo amarillo de una lámpara justo al lado de la puerta le daban un aspecto muy elegante. La puerta principal, hecha de madera y cristal, mostraba una entrada de madera justo al otro lado. Incluso dentro del auto, Graham podía oler galletas de jengibre recién horneadas desde el interior de la casa.

Kenny saltó del auto y entró corriendo con paso jorobado. Frankie apagó el motor, sin molestarse en mirar a Graham a los ojos. Salió del auto y abrió la puerta de Graham, sacándolo bruscamente por el brazo.

—Frankie... por favor —dijo Graham en voz baja. La única persona que podría haberlo salvado en ese momento era Frankie. Si había siquiera un atisbo de compasión en su alma curtida, Graham necesitaba suplicarle—. Déjame ir.

Frankie se atrevió a mirarlo directamente a los ojos por primera vez desde que despertó, pero no había compasión detrás de esos ojos apagados, sólo lástima.

—Lo siento, Graham.

Boris agarró a Graham por el otro brazo y juntos lo arrastraron hacia el interior de la casa. Tan pronto como abrieron la puerta, una voz suave pero autoritaria les gritó desde unas cuantas habitaciones más allá.

—Por favor, quítense los zapatos al entrar. No necesitamos que arrastren más porquería adentro.

Tanto Frankie como Boris se miraron molestos antes de quitarse las botas. Por razones prácticas, dejaron puestas las de su captivo.

Un Beso De Ensueño - Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora