—Sabes, esa mierda es el territorio de Kenny. No tengo que andarle limpiandole la mierda del culo —dijo Dara, sonriendo desde detrás de su escritorio.
—Capitána, Dara, por favor. Necesito su ayuda. Nosotros necesitamos su ayuda.
Desde que era una niña, Dara Lynch tenía un tic: cada vez que estaba nerviosa, una sonrisa siempre se dibujaba en su rostro. Era algo inevitable; un mecanismo de defensa ideado por una niña para evitar meterse en problemas por alguna travesura. A medida que crecía, también lo hizo su sonrisa, convirtiendo su dulce rostro pecoso en una mueca maliciosa, acompañada de una serie de dientes irregulares y amarillos, cortesía de su hábito de masticar cubitos de hielo cuando se aburría.
Para ella, Graham siempre había sido una fuente de angustia y dolor de cabeza. Era un buen soldado, siempre dispuesto a ayudar, y también una persona ciegamente obediente, pero a veces, se ahogaba en un vaso de agu. Más de una vez había pisado los dedos de los pies de la familia Lynch sin querer. Este fue uno de esos momentos.
—Mira mi loco. Tu vienes qui, demandando que te de una mano, pero esto es tu problema. Usteded fueron los que trajeron a esa chica aquí. Ustedes deben lidiar con eso —dijo, golpeando su dedo índice sobre la mesa para enfatizar.
—Lo entiendo, pero —imploró Graham, inclinándose hacia adelante en su asiento y juntando las manos en una súplica—, esto nos va a morder en el culo si no lo arreglamos.
—¿Nos? —se burló Dara, riendo con una voz irónica y aguda—. Eso me suena a poliedro.
Dara se puso de pie, tomando asiento en el escritorio justo en frente de Graham. No hubo sutileza en ese movimiento. Quería intimidarlo con toda su altura.
—La razón por la que no ando transportando contrabando es porque soy la jefa. La razón por la que eres un mandado para cualquier cosa que Kenny quiera hacer es porque eres un soldado raso. Te atrapan para que nosotros, los jefes, sean protegidos. Si decido jugar a 'ocultar la trata de blancas' contigo, me pueden atrapar. No quiero que me arresten. Eso es nos morder por el culo.
Graham se encogióen su asiento bajo el peso de la siempre presente sonrisa de Dara. Ni siquiera pudo encontrar una réplica. Ella tenía toda la razón. Al final del día, él era su empleado.
—¿Entonces qué debo hacer? —preguntó. Por una vez, Graham no sabía qué hacer. Ahora se dio cuenta de que su día brillante y alegre se vio ensombrecido por la gran nube de su incompetencia. Ante él estaba sentada una leona feroz que no dudaría en degollarlo si eso significaba salvar su pellejo. Su elogio anterior no significó nada, simplemente un hueso arrojado para mantenerlo contento como el perro callejero que era.
Dara le dio unas palmaditas en la cabeza juguetonamente. —Anímate, Dunne. ¿Por qué no llamas a Kenny? ¿O a ese tonto que trabaja para él? ¿Donnie? ¿Jimmy?
¡Por supuesto! pensó Graham. Frankie podría ayudar. Se puso de pie rápidamente, corriendo hacia la puerta, pero se detuvo en seco antes de abrir la puerta.
—La cosa es, ¿cómo la saco? Marvin ya la proceso. No podemos simplemente sacarla de aquí por la puerta principal.
—Yo me ocuparé de Matusalen. Tú corre a resolver esto, ahora. Me estabas empezando a gustar. No lo jodas.
Graham asintió y salió corriendo de la habitación. Corrió al baño, encerrándose en una cabina para recomponerse. Todo cayó sobre él a la vez. Las emociones se arremolinaban dentro de él como un torbellino, empujándolo hasta el límite. No podía llorar, por mucho que lo intentara. Se sentía como que un monstruo tratando de salir de su pecho. Fue una decepción para todas las mujeres en su vida. Su ex esposa, Anna, su jefe. Nunca nada salió bien.
ESTÁS LEYENDO
Un Beso De Ensueño - Temporada 2
Mystery / ThrillerLa muerte de la esposa de un magnate farmacéutico trae a un cártel de drogas en ascenso, una fuerza policial comprometida y un director ejecutivo deprimido en un curso de colisión para controlar un nuevo opiáceo mortal, Ensueño, que te hace soñar de...