El Fandango Mortal - Toque Pastueño

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—¡Cállate! Estoy intentando dormir. ¡Llamare a la policia! —gritó el Sr. Jerico desde el interior de su apartamento, pero sus súplicas cayeron en oídos sordos mientras la mente de Graham se llenaba con el ruido blanco de su confusión.

Con todas sus fuerzas, reanudó sus golpes, azotando la puerta de madera como si le debiera dinero. Algo dentro de Graham sabía que su consuelo estaba detrás de esa puerta, tal como sucedió hace varios años. No estaba pensando. No estaba racionalizando. Sus pies se habían movido solos, saliendo corriendo de la casa de Linda paso a paso.

Nunca en sus veintiocho años de vida se había sentido tan desolado. La familia que le había dado todo había traicionado a Graham, tomándolo por tonto. Dibujando círculos a su alrededor. Provocándolo desde las sombras. ¿Era sólo un juguete para ellos? ¿Un gato cuyo dueño cuelga hilos de lana para jugar?

Preguntas y más preguntas seguían acumulándose en su mente, y todas ellas añadían una capa de furia e impotencia que hacía que se le llenaran los ojos de lágrimas, esperando una oportunidad para derramar. Cuanto más pensaba en su situación, más fuerza ponía en sus golpes. Sus nudillos ya estaban ensangrentados, pero eso no le impidió derribar la puerta.

A Graham le parecía ridícula la idea de utilizar un trozo de madera y una cerradura de metal como medio de seguridad. El verdadero mal no se molesta en llamar a la puerta como lo hacía él. El verdadero mal derribaba puertas. El verdadero mal destruia vidas. Pero ahora, en su estado más frágil, lo único que ansiaba era entrar a esa habitación, cerrar la puerta y desnudar su alma, para dejar que las cerraduras mantuvieran el mal a raya.

'Pero tú eres la muerte, el mal supremo', pensó Graham. Y tenía razón. Su alma estaba contaminada y rota. Cometió un pecado capital y la carga lo perseguiría por el resto de su vida. No podría escapar de sí mismo, ni aunque quisiera, ni aunque encontrara consuelo en el extremo útil de un arma.

La sangre que se filtraba a través de sus nudillos manchó la puerta, mezclándose y combinando con los remolinos y patrones naturales de la madera. En aquel lienzo marrón, mezclado con carmesí, vio el rostro de la muerte: pánico, gritos, súplicas, fracaso.

En algún momento de su divagación consciente, empezó a gritar; un grito gutural que salió profundo de su diafragma, como una tetera liberando presión con vapor. Un grito que no llegó a sus oídos.

Podía sentir el aire fluir; podía sentir la vibración en su cabeza, pero el único sonido era el tono del fondo blanco, empujándolo suavemente hacia el vacío.

No fue hasta que escuchó su voz que el ruido fue atravesado, devolviéndolo al momento actual.

—¡Jesucristo, ya estoy despierta! ¡Maldita sea! ¿Quién es? —Anna gritó al otro lado de la puerta, seguida de pasos rápidos acercándose a la puerta.

El aliento de Graham quedó atrapado en su garganta cuando Anna, muy enojada, abrió el umbral. Bolsas negras colgaban de sus ojos inyectados en sangre, haciendo que sus ojos ya verdes resaltaran aún más. Por el aspecto de su peinado y el maquillaje corrido, acababa de regresar de su turno de noche. Incluso llevaba su uniforme de cena rojo y blanco.

—¿Que mierda estás haciendo aquí? —exclamó, cruzándose de brazos frente a ella. Graham buscó dentro de sí mismo para encontrar las palabras apropiadas o incluso una explicación, pero ni siquiera sabía por qué estaba allí. Él simplemente estaba allí y eso es todo. Sus pies lo habían llevado hasta el aparamento.

Pero sus ojos sabían que no era así porque tan pronto como la vio, comenzó a llorar. Su pecho se contrajo con hipo. Sus rodillas se doblaron. Ni siquiera podía dar dos pasos para entrar en la habitación.

Un Beso De Ensueño - Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora