ELLA ESTÁ MURIENDO

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EL SECRETO DE SAILOR JUPITER

CAPÍTULO 42

ELLA ESTÁ MURIENDO

16 años antes...

Debido a que Makoto había traído al mundo a Midori por parto natural, a los tres meses de nacida su pequeña había comenzado a ejercitarse de nuevo, y dado a que la mayor parte de su vida había practicado artes marciales, levantamiento de pesas y gustaba de salir a correr; recuperar la condición física perdida en el embarazo y primeros tres meses después de dar a luz no le había costado trabajo; sin embargo, dos semanas después del que sabía que era el único cumpleaños que pasaría con su hija, notó que como si hubiera sido una persona sedentaria y no la joven activa que siempre fue, le comenzó a faltar el aliento con el simple hecho de ponerse a hacer las labores domésticas, así que dejó la escoba y fue a sentarse al sofá, mientras su mirada se detenía en su pequeña, que dormía abrazada a su muñeca dentro de su cuna portátil.

De pronto, los ojos verdes de su niña se abrieron, y una sonrisa se formó en el regordete rostro de Midori al verla.

Mami— Susurró la niña extendiendo sus brazos, y Makoto entonces se puso de pie para sacarla de la cuna.

Pese a que su hija sólo pesaba nueve kilos y Makoto estaba acostumbrada a cargar pesos muchísimo mayores, sostener a Midori le requirió un gran esfuerzo, lo cual le pareció extraño, así que al sacarla de su cuna se sentó de nuevo en el sofá y acomodó a su pequeñita en sus piernas.

Mi niña bonita— Susurró Makoto con ternura mientras acariciaba sus cabellos color caramelo.

Comida— Dijo Midori.

Makoto, al escuchar la palabra con que su hija le hacía saber que tenía hambre, se puso de pie y enseguida dejó a su hija parada sobre el piso, pues la pequeña ya había aprendido a dar sus primeros pasos, y camino hacia la cocina, donde al llegar, miró los filetes de pescado y las verduras que no llegó a cortar para preparar la comida de tan agitada que se sentía. Debía terminar la comida antes de que llegara Andrew del hospital, sino sería el tercer día consecutivo que comerían comida de la calle; y no es como que Andrew le exigiera ser la ama de casa perfecta, pues en muchas ocasiones le había sugerido la idea de contratar a alguien que fuera a ayudarle con las labores domésticas, a lo cual Makoto se negaba.

De pronto, sintió un dolor en el pecho, y todo dando vueltas a su alrededor, así, que se sostuvo sobre el fregadero y después abrió el grifo para mojar su rostro. Cuando se sintió un poco mejor, entonces sacó un puré de manzana de la alacena, tomó una cuchara del cajón donde guardaba los cubiertos, pero antes de llegar a la sala escuchó que su pequeña lanzó un grito, y después comenzó a llorar.

Temiendo que su hija se hubiera lastimado, salió apurada de la cocina, y entonces miró a su pequeña que caminaba tan rápido como sus pequeñas piernitas se lo permitían hacia la cocina.

Mi niña, me asustaste—Susurró Makoto.

Al llegar hacia donde estaba su hija, la levantó en brazos, y la pequeña escondió el rostro en su pecho como si ese fuera su lugar seguro pero no dejaba de llorar.

Ya, mi niña. Aquí está mamá contigo—le susurró Makoto con ternura.

Makoto, con su hija en brazos fue hacia el comedor en cuya mesa había dejado el puré y la cuchara, y entonces la sentó en una silla especial para bebés donde la sentaban a la hora de comer, pero la pequeña comenzó a llorar con más fuerza.

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