[SEIS]

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[EN OTRA VIDA]


Nicholas


Jamás me sentí tan idiota como anoche.

No, me corrijo, me he sentido así otras veces, pero algo fue diferente anoche y no sé si el hecho de que fui un idiota por primeramente ir a buscarla o porque el vestirme de gala para verla me trajo recuerdos de hace años. Fui a Moscú con un propósito. La esperé, la busqué cientos de veces en aquel lugar, me atreví a preguntar por la anfitriona y lo único que se me fue dicho fue "ella abandonó las instalaciones".

«Típico de ella dejarme plantado».

Nunca hable de lo que viví con ella antes, ni siquiera con Armin o con Cassian porque sentía que aquellas memorias solo las podía compartir con esa maldita rusa. Y ahora lo que quiero es olvidarlas porque me dificultan hacer mi trabajo que es cazarla.

Camino por los pasillos del complejo, vine tan pronto conseguí un vuelo de regreso a San Petersburgo y es que Deniska se escuchaba tan alterada en la llamada que tuve que venir a ver que estaba sucediendo porque no fue capaz de decírmelo. Y aunque intenté marcarle a Armin, no respondió ni una de mis llamadas.

La rubia corre hacia mí, espero que me diga todo lo que sucedió, pero sus brazos me rodean el cuello y los soldados a nuestro alrededor se sorprenden con aquel gesto tan inapropiado de la coronela.

En la milicia las parejas no están prohibidas, pero si las muestras de afecto y lo peor es que Deniska y yo no somos nada, pero solo basta de esto para que incluso a mí cómo general me quieran sancionar. No quiero ser grosero, no tan temprano, solo que aquello no evita que la aleje de mí no queriendo que me siga tocando. Las mejillas se le enciende, mira al suelo y balbucea terminando de cansarme con esas actitudes que me hacen sentir que es una niña.

La tomo del brazo para meterla a mi oficina, Armin ya está sentado ahí tecleando saber qué cosas en su computadora y a mí se me termina de arruinar el genio con lo que la rubia me cuenta.

—Dime el nombre de la persona que te autorizó aquello.

—Soy coronela —responde—, no necesito autorización.

Sonrío burlón.

—Necesitas la mía —le aclaro—. Porque de toda la gente aquí presente soy la única persona que conoce el modus operandis de la rusa, ¿Entiendes eso? ¡Por eso en lugar de tener una victoria, tienes una falta! —Armin me pide bajar la voz y me doy la vuelta para no verla—. Esa carga que interviniste ayer no valía la pena, 50 kilos no son nada, lo único que salió de eso fue que lastimaron a tus soldados y que nos humillaron.

—Yo creí que...

—No necesito que creas, Deniska —la voz me sale más dura de lo previsto, la rubia baja la mirada mientras que mi amigo prefiero no meterse para no salir embarrado—. Eres coronela, pero pareciera que fueras sargento por no saber acatar órdenes.

Obsesión [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora