[VEINTIUNO]

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[ADRENALINA]


Amara


Nací en uno de los países más fríos del mundo y de niña soñaba con vivir en un lugar diferente a este ambiente. De niña solía ser ilusa eso que ni qué, pero cuando uno crece se da cuenta de que conseguir ciertas cosas son complicadas y es que aunque el dinero resuelve la mayoría de los problemas, sigue sin resolver la muerte.

Y yo soñaba en irme a dónde hubiera días con sol y playa.

Irme con Eris a un crucero, comprar cientos de trajes de baño, nadar en la piscina y comer hasta que el estómago nos doliera. Quería que Aren y ella bailaran hasta el amanecer, que Aleksey y Makari estuvieran ahí también jugando.

Quiero ir a la playa a beber una cerveza mientras me quejo de como el sol me está quemando la piel, quiero nadar en el mar, broncearme para quedar como una zanahoria o incluso tomar la mano del hombre que se ha vuelto mi cómplice en todo mientras caminamos en la orilla de la playa. Cliché, pero un sueño mío.

Hubo una ocasión en que un hombre me pidió escaparme con él.

Irnos lejos hasta la otra punta del mundo, dónde el poder fuéramos nosotros, nadie más. Me prometió el cielo y la tierra, sin saber que yo me eleve del infierno ardiendo en un intenso deseo de querer destruirlo todo y es que hay tentaciones que nacen para convertirse en pasiones infernales que con el tiempo, acaban con todos y todo.

Amores que se inician con una chispa y se queman con el tiempo. Porque a veces no medirse, es lo que consume y él y yo nos quemamos. Ardimos en fuego, fuimos tentación y ahora nos toca ser la ceniza que quedó de ese incendio.

Sonrío. Fui feliz mientras la mentira dudo y considere dejarlo todo por él. Considere aceptar su mano e irme hasta el otro lado del mundo. Sin embargo, hay cosas que no podía dejar atrás. Personas a las que no podía darles la espalda y ahora...

Esas personas no están más conmigo.

Y si pudiera salir de toda está mierda, ese sería mi sueño ideal. Sé que no era, ni soy la imagen del templo de la balanza, pero entre todo creo que hubiera sido feliz haciendo lo que la gente normal haría.

Lo cierto es que salir de la Bratva no es viable, ni tan sencillo como parece.

A menos que quiera ir a tomar una taza de café con el Diablo y platicarle de mí día a día al rey de las tinieblas diría mi abuela.

Para ser honesta, no siento que sea buen momento para irme. Estoy saboreando apenas lo que es tener poder, dinero y gente que cree que conmigo podrá hacer algo. Además, no tiene mucho que perdí a mi madre, así que ánimo de largarme no tengo..

Abro la rejada dorada, me adentro sintiendo el frío. Suspiro plantándome frente a la lápida. Dejo los tulipanes en la jarra de mármol, las acomodo con cuidado de no manchar las mangas de mi ropa y lleno de agua el florero. Paso mis dedos sobre la placa dorada y el nudo en mi garganta me pica.

Me hace tanta falta Eris y me duele tener que venir a verla en la cripta familiar en lugar de llevarla a comer como era nuestra costumbre. No puedo aceptar tan fácil que no está. Me cuesta caminar por todos lados de esta casa sin querer buscarla. Sin querer ir a su habitación para que me abrace y me cuente la misma historia de toda la vida.

El dolor perdura, no desaparece y me está empezando a quemar.

—La camioneta está lista —murmuran a mis espaldas—. Nos están esperando, Amara —asiento y dejo un beso en la placa dorada, despidiéndome de mi mamá.

Obsesión [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora