[TREINTA Y CINCO]

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[MALDICIONES]


Amara


Las cosas que siento, tiendo a guardármelas y ha sido bueno por un tiempo, pero me cansé de hacerlo. Desde niña que me guardo las cosas con tal de no molestar a nadie... sólo que esta vez, el dolor me está ganando.

He pensado en lo que sucedió...

Específicamente en la fecha de cuando aquello fue concebido. No he preguntado para saber cuánto tenía, me da miedo hacerlo porque no sé qué esperar, pero no puedo soportar la maldita incógnita y un enfermero entra a revisarme en la mañana. Sin embargo, no lo hace solo y el alemán se queda en la habitación.

El enfermero que está a su lado me explica cosas que no capto, todo se siente tan ligero y pesado que solo fijo mi mirada en el hombre que espera por mí en la silla.

El chequeo termina, anota quien sabe que cosas en una tabla de papel y se acerca diciéndome que en la noche evaluaran mi estado y que será la doctora quien venga. Me tiende unas pastillas para los calambres del cuerpo y las recibo sin querer discutir.

Nicholas se pone de pie cuando el tipo se va, quiere acercarse a mí, pero duda de hacerlo porque no sabe cómo reaccionaré y solo basta que le extienda la mano para que la duda se esfume.

— ¿Quieres que te traiga algo de comer?

Desde que llegó hace dos días no hemos hablado más del tema, más que cuando no pude evitar desmoronarme. Ya estoy mejor. Y he recuperado algunos de los pedazos rotos de la armadura, pero no puedo soldarla y no entiendo la razón de ello. Otras veces he recibido golpes más fuertes que una flecha, pero este golpe se sintió mil veces peor.

El impacto fue rápido, pero la punzada sigue ahí y el escozor de lo que dejó abierto también.

La tarde llega, sigo sin querer hablar con mi familia, sin querer moverme de dónde estoy y quiero ver a mi mamá. Quiero que Eris esté aquí y me diga cuánto me quiere...

Quiero que todo esto sea una pesadilla.

Me da pena verme así porque no es la imagen de la mujer invencible que he dado allá afuera y tengo que soportar el asqueroso sentimiento de impotencia que se entierra bajo mi piel cuando una enfermera busca sacarme del cuarto para despejar mi mente, pero que en lugar de ayudarme, lo empeora todo cuando una pareja se posiciona frene a mí con un bebe en brazos.

La felicidad que emanan se va cuando cruzan el umbral del edificio y el dolor se estanca en mí. Nicholas despacha a la mujer, me ayuda a caminar de regreso a la habitación y no me hace preguntas que sabe que me pondrán mal.

Melina, hace su aparición intentando animarme, cosa que no logra y el alemán sale de la habitación dándome privacidad para que pueda estar tranquila a la hora de la revisión. La mujer espera hasta que el castaño salga para preguntarme si quiero hablar del tema y a mí no me queda de otra que hacerlo.

Obsesión [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora